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Nadir

Espejo

Mal desayuno debió de tener ayer Mariano Rajoy: se miró temprano al espejo de una encuesta del Instituto Opina y pudo ver cómo los desagradecidos ciudadanos no sólo le rebajan la nota, hasta darle un suspenso cruel, sino que prefieren en su lugar a Gallardón y a Rato. No gana para disgustos el pobre hombre. Pero ya sabemos cómo se consuela: no le importa que las encuestas lo valoren menos que a Rodríguez Zapatero, porque si a éste lo valoran más, aunque la encuesta de ayer también le rebajara la nota al presidente, es tan sólo porque Zapatero tiene "la suerte, la desgracia o la fortuna", dijo Rajoy en el pasado agosto, de que lo valoran más que a él "los votantes de Eusko Alkartasuna, ERC, etcétera..." En ese etcétera se incluye a un gran número de indeseables que al parecer le estropeamos el retrato a Rajoy. Es obvio, pues, que los disgustos afectan a la cabeza. La absurda manera del líder del PP de verse en el espejo es de antología de los hermanos Grimm en lo que tiene que ver con su conclusión sobre las razones por las cuales su contrincante cuenta con más simpatías que él. Pero es de esperar que no todas las conclusiones que se derivan de las ignotas encuestas que lo dan por ganador de las elecciones próximas, por lo que él asegura con complacencia, estén tan simplonamente documentadas como las que lo llevan a esas conclusiones. En todo caso, peor lo tendría si no hiciera un esfuerzo de ilusión, aunque conviene que la ilusión no ponga en peligro el escaso talento que lleva a cuestas. La ilusión lo ha llevado a asegurar en días pasados que si pierde las elecciones no se irá a su casa, decisión que no comparte ni siquiera Fraga. Por ahora, le quedan unos meses que pasar en la cola de los churros, donde, como también ha dicho este verano, le piden que dé caña ( a Zapatero, se entiende) y donde por lo que se ve no corre el riesgo de encontrarse con nadie de ERC o Eusko Alkartasuna, por ejemplo. En el aceitoso ámbito de la cola de los churros, tan castiza, encuentra Rajoy su más favorable encuesta: un público que, al contrario que Gallardón, no lo invita a centrarse. Y a la vez halla entre los degustadores de las porras y las rosquillas la síntesis de lo que le dictan desde FAES: mucha caña. Como se ve, una fundación para las ideas se revela inútil y costosa cuando las ideas están tan claras, y a precio más razonable, en la cola de los churros. Además, no le valdrá la pena centrarse ahora, precisamente cuando Zapatero camina obediente hacia el centro en busca del voto de los pusilánimes y, al tiempo que los encuestados le rebajan la nota, deja de oír la voz de sus hijas, unas niñas que antaño le pedían que diera caña a Rajoy; la misma petición que, como niños, le hacen ahora los de la cola de los churros al líder del PP ante el peligro de que se atragante con ellas.

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