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Nadir

Salir corriendo

Hace unos días, un colega, bromeando, decía en la radio que la actualidad está tan mal que es para salir corriendo; yo le pregunté hacia dónde. Pero no hay escapatoria ni en las islas, ya sean Baleares o Canarias, donde todo hiede. La crónica política, la judicial y la de sucesos están tan mezcladas ya que no parece que haya un camino limpio por donde escapar. El partido político que quede libre de la corrupción es una excepción en el mercado y los golfos y las golfas de uno y otro signo que trafican con los votos se pasan de un bando a otro para favorecer sus cobros. Los jueces y las juezas que no disimulan sus dependencias hacen del campo de la justicia un terreno espinoso, pero los jueces independientes son vituperados por los políticos afectados. Los políticos afectados reclaman en un sitio el respeto de la ley y se pasan la ley por el forro en otro lugar. Hay políticos cuya visión de la realidad es un tanto peculiar, por lo que se ven obligados a insistir en la mentira, pero si la realidad no les da la razón rompen con la realidad y recurren a la ficción. Como no hay ficción si no hay comunicación, algunos políticos recurren a sus medios y encuentran en ellos la complicidad. Aparece así el meta periodismo, es decir, ese periodismo que es parte de la noticia por su forma de generarla y de contarla. Y es entonces cuando aparece la policía. No toda la policía, que hay policía que es víctima de todo esto, sino la policía corrupta que, consciente de la necesidad que cierta clase política y periodística tiene de policías y ladrones que hagan verosímiles sus tesis, ponen precio a sus favores. Se fabrica así la falsa información, se llama al delincuente para que dé su aprobación al texto escrito y se le ofrece la difusión del engaño a todo trapo y haciendo ruido. No hay una asociación profesional de periodistas que salga en reclamo de la ética profesional y los políticos que han fomentado el culebrón, al que entre líneas no le faltan los más grotescos episodios ni intentos de suicidio, miran para otro lado. Y así hemos llegado al día de la Santa Constitución, con la Guardia Civil manifestándose porque no quiere ser militar, y haciéndosenos creer que la falta de unidad de las fuerzas democráticas contra el terrorismo es el principal problema que tenemos, que es sin duda un problema, y no que la democracia toda es la que corre peligro en una sociedad de delincuentes que entran y salen a los juzgados tan campantes o, lo que es peor, no acaba de llegarles la hora de los juzgados. A todas estas, los obispos preocupados por la unidad de España no escuchan su emisora ni se preguntan dónde está Dios. Dios, como el colega que empecé citando, vista la actualidad, habrá salido corriendo. ¿Hacia dónde?

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