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Nadir

Alber y Espe, misión de paz

Mariano me pide que interceda entre Espe y Alberto. Me confiesa que él preferiría no tener que hablar con ninguno de los dos, sobre todo porque aún no ha decidido en quién de ellos tiene más ganas de apagar el puro. De paso me dice que le pregunte a
Espe si no podría, para no crear malentendidos, cambiar el título de su libro “La Presidenta”, por el más inteligible de: Presidenta de Comunidad Autónoma”, con el subtítulo “Historia de un pucherazo”.

Mi primera llamada es a la Presidenta, pero después de dos o tres toques una vocecita metálica me dice que el teléfono móvil al que estoy llamando no tiene saldo, así que lo intento con Alberto. Éste descuelga de manera casi inmediata y por el tono de su voz deduzco que no está pasando su mejor día.

“Alberto, que soy Nadir, que te llamo porque me lo ha pedido Mariano…”. No tengo tiempo de terminar la frase porque Alberto me interrumpe: “¿Qué Mariano?”. “Hombre Alberto, qué Mariano va a ser, el Presidente”. “¿El del Gobierno?”. “Pero Alberto, que cosas dices, el presidente del Gobierno se llama José Luis, el del partido”. “Hete aquí, si el partido me hubiera elegido a mí, el presidente del Gobierno no se llamaría José Luis”. “Bueno vale, oye que me comentan que lo que quieren es que hagáis las paces Espe y tú, que dice Mariano que ahora que estabais pillando al PSOE lo que menos necesitais es este follón”. “¿Las paces? Pero si tú ya sabes que yo adoro a Espe. Vamos, besaría el suelo por el que pisa, si no fuera porque está todo lleno de zanjas”. “Claro y por eso no vas a la presentación de su libro”. “No hombre, no es por eso. ¿Tú has visto que fecha es?”. “Pues yo que sé, veintipico”. “Exacto, es decir, estamos a final de mes. Y ya sabes tú como se pone Espe a final de mes. Por eso no quiero ir a la presentación, pero por nada más. Vamos, si lo que dice de mí en el libro, que no he leído, me parece fantástico. ¿Es cierto que me compara con Dios?”. “Más que compararte lo que dice es que crees que eres Dios”. “Bien, ¿acaso no es esa una creencia generalizada?”. “Hombre yo no es por meter cizaña, pero también se queja de que sabías lo de Tamayo y no la avisaste”. “!Ah! ¿pero no era un regalo sorpresa? Claro, si hubiera ganado las elecciones como hice yo…”. “Alberto, entonces ¿puedo decirle en tu nombre que todo olvidado?”. “Por supuesto Nadir, olvidadísimo. Dile que en cuanto cobre este mes que me llame y quedamos para comer.

Vuelvo a intentar la llamada a Espe, esta vez al teléfono de su despacho, pero la secretaria me explica una historia sobre un acordeón y una estación de metro con unos rumanos que no termino de entender. Desisto de seguir llamándola, ya la veré en la “mani” de todos los sábados por la tarde.

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