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Nadir

Rincones

Hay espacios vitales que están mal vistos y los rincones son uno de ellos. Siempre que se puede, se eliminan de las casas, de las carreteras y de las vidas. La gente prefiere la línea recta, las autopistas y las habitaciones cuadradas. El mundo se ha vuelto muy caro para tener espacios que no se aprovechan, así que el rincón es el gran perseguido de la actualidad. Sin embargo, esas esquinas inútiles son fundamentales para el desarrollo humano. Los niños las necesitan porque se alimentan de esos espacios, en los que no tienen obligaciones, para crecer y desarrollarse. Escondidos en un rincón juegan, imaginan y sueñan, ajenos a la mirada de los mayores que odian los escondites. Así que sin que nos demos cuenta, está teniendo lugar una lucha silenciosa en el diseño de los espacios vitales. Los arquitectos, los urbanistas, los ingenieros, los economistas eliminan todo lo que sobra, lo ineficaz, lo escondido y cada vez hay menos espacio para la sorpresa. Las casas ya no tienen pasillo, ni galerías, ni habitaciones sobrantes, ni vecinos. Los parques se diseñan planos, sin peligros, sin escondites y sin sorpresas. Los niños viajan atados en los coches y la ciudad, la miran a través de la ventanilla como si fuera una imagen de televisión. Las calles son peligrosas, las casas pequeñas, los adultos ocupados, los niños también. No hay espacios ni tiempos muertos, ni rincones de soledad para reflexionar y crecer. La vida parece una autopista, con centros comerciales como áreas de reposo que aparecen cada siete días. En las escuelas, las aulas de los más pequeños se estructuran en rincones. Los maestros luchan en solitario para crear esquinas de emoción en una sociedad plana. Los niños, mientras son pequeños, buscan sus rincones en cualquier sitio, pero al crecer se encuentran encerrados en una línea recta y al hacerse adultos le tendrán tanto miedo a los escondites. Así que diseñarán terminales de aeropuerto rectilíneas y autopistas hacia el cielo del aburrimiento, sin llegar a conocer la importancia del rincón. Los adultos necesitarán crearse una segunda vida en Internet, tener amantes o defraudar a hacienda para compensar su existencia diseñada con un rotring. Las obras de Gaudí serán cada año más llamativas porque ya nadie diseña con esos volúmenes retorcidos e inútiles. Los contenedores que mueven las mercancías por el mundo son cuadrados, sin espacios muertos, igual que los libros que desplazan las ideas por las cabezas de la humanidad. El rincón es necesario, pero sólo los niños lo buscan, lo piden y lo consiguen a veces. Algunos adultos imaginan armarios conectados entre sí, rincones de fantasía, ropa de corazones o túneles misteriosos, pero son una minoría, a la que se tolera pero no se admira ni imita. Los textos sesudos y rectilíneos son demandados por una sociedad que dice amar a los niños, pero que no los comprende ni los quiere porque viven en rincones. Hoy he recorrido un parque, de nuevo diseño, tratando verlo con la mirada de un niño. ¿Dónde me escondería? ¿Cómo lo exploraría? ¿Qué me llamaría la atención? ¿Qué me aburriría después de la primera visita? He visto un búho metálico en una rama y caminos torcidos que se elevan por pequeñas colinas. ¿Será suficiente para un niño? ¿Será suficiente para un adulto? La vida y los parques son ahora de diseño y quizás eso sea mejor que lo anterior, pero echo de menos los escondites y las pequeñas sorpresas, Zonas sin una función específica, sujetas a las inclemencias del tiempo y los visitantes. Cosas que no tengan que ser perfectas sino vivas. Me gustan los rincones de la vida, esos sitios sin definir donde podemos escondernos para pensar y soñar. Me gusta el pasillo de mi casa, las habitaciones con dos puertas, los trasteros y los libros amontonados. En cierto modo, las rectas nos permiten viajar con rapidez pero solo los rincones nos enseñan a vivir.

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