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Nadir

Marketing extremo

El problema de Israel es de marketing. Se tarda menos en aterrarse ante la foto de otro niño libanés y/o palestino muerto que en atender a todas las explicaciones de la atractiva portavoz del Ejército israelí. Que si advirtieron a los habitantes del lugar de que se marcharan porque iban a bombardear (o sea, piérdete de aqui como puedas que si no teskacholacabesa, un detalle de humanidad), que si los de Hizbulá se ocultan entre civiles porque son muy listos, que si son errores, que si de por ahí venían misiles contra Israel y el que no se ha escondido, aunque sea en el sótano de una casa de tres pisos, tiempo ha tenido, que las bombas son así, caen donde les parece...
Todas esas explicaciones llegan después de que de nuevo te desayunes con otra foto de otro niño palestino muerto, pensando en lo que se parece a tu sobrino, a tu primito, a tu hijo, a tu nieto o a tu hermano el pequeño. Todas esas explicaciones a veces hasta te siembran una duda, porque es verdad que varios países asisten a Hizbulá, pero luego es verdad que el terrorismo palestino es respuesta a la represión también terrorista de Israel, represión producto del terrorismo palestino desmedido, terrorismo causado por una población sin esperanzas, y así podemos seguir con la enumeración hasta el final.
Israel antes tenía una atención por los detalles. Por ejemplo, asesinaba a un dirigente palestino en Túnez o detenía de aquella manera a un antiguo represor nazi en Argentina. Durante mucho tiempo se consideró a los servicios secretos de Israel como los mejores del mundo. ¿Qué les pasó? Quizá que la sutileza lleva tiempo y esfuerzo, mientras que un bombardeo con piezas de artillería autopropulsada (que eso es lo que se ve en las fotos por otra parte, nada de tanques o blindados, sino artillería autopropulsada) y otro bombardeo con aviones establece distancia y sobre todo evita víctimas propias. Con medidas de infiltración y contraguerrilla te la juegas. Pero la artillería siempre será matar a los que están detrás de la colina o bajo un edificio.
Mientras la exuberante portavoz del Ejército israelí dice que en medio mes arreglan el asunto y ganan la batalla, con cada cadáver de niño palestino o/y libanés a la hora del desayuno, con cada padre llorando en el informativo del mediodía, con cada desfile de féretros mostrado en el telediario de la cena Israel colabora un poco más en la indigestión colectiva. Van perdiendo, cada día un poco, pero lo peor es que ni siquiera saben cuándo y por qué cantar victoria.

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