Placita de La Paz
Entre una plaza y un bar, mejor que se recojan firmas por la cafetería, que siempre conoces gente y te tomas algo. Y más si la plaza no sirve para nada porque no se puede ni pasear por ella. Era una plaza rara la plaza de La Paz, como extraño es el impulso que lleva a casi cinco mil santacruceros a defender dos círculos concéntricos de cemento sin el más mínimo encanto. Miren lo que les escribo: hasta el abominable e intocable monumento dedicado a un dictador como Franco (a ver si nos acordamos), sito al final de la rambla del mismo nombre (a ver si la cambiamos), tiene más interés estético que la fuente aquella. El homenaje a Franco es todo lo que Franco no era: esbelto, gallardo y proporcionado. Pero también Hitler -feúcho, bajito y moreno- y todos sus secuaces feúchos, bajitos y morenos estaban por la pureza de la raza aria alta, mona y rubia. Las firmas por la plaza de La Paz parecen otra manera más de atacar a un tranvía que cae bastante mal por culpa de su obra, porque una defensa puramente estética, tradicional o simplemente costumbrista del lugar no se sostiene. El tranvía conviene defenderlo por una cosa muy de comienzos del siglo XX: por estar con el progreso. Seguro que era más barato hacer carriles guagua y tal, pero en el Archipiélago Golfo a los dos días todos estaríamos circulando por el mencionado carril. También las obras del túnel de la avenida Tres de Mayo montaron una buena, pero mira ahora lo rápido que se sale de Santa Cruz. Vuelvo a la primera frase porque se comenta mucho sobre la dichosa plaza de La Paz, que al final la van a poner tirando un córner al lado de la que fue su ubicación -porque ya no está-, pero no se mueve medio músculo por el kiosco de La Paz, que hasta este momento no se sabe si quedará afectado por el desplazamiento de la plaza, si deberá cerrarse o qué. La mencionada terraza fue, si no me equivoco, el lugar donde se inventó el barraquito, y ya solo por eso merece un lugar más destacado en los libros de historia que la dichosa plaza de La Paz, que ni se podía pasear por ella ni funcionaba la fuente ni era bonita ni tenía la más mínima utilidad futbolística, tal y como está el representativo. Encima el debate ayuda a recordar que la mencionada plaza es gafe. Sí, se levantó en el lugar tras la Primera Guerra Mundial como un homenaje a la paz. Después de lo que vino, y como esos llamamientos solo quedan bien en las fiestas de colegio, mejor hacerla la plaza del Barraquito, largo de café. Eladio, por favor...
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