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Nadir

Sospechoso caos

Vistas y oídas las repercusiones por su penosa actuación en el Parlamento, Eduardo Zaplana se justificó. Dijo: "lo de ayer fue un acto premeditado". Una diputada del PP sancionó las ideas de su correligionario: "fue un acto de feminismo equivocado que se explica por la precaria situación del actual Gobierno de España". Lo de menos es que estén convencidos (o no) de lo que dicen; lo peor es que se obstinan en dictarnos el veredicto: cierto, sólo el feminismo del PP es verdadero; y la precariedad del Gobierno ha de aceptarse con encuestas diferentes a las que conoce el resto de los españoles. La armadura que los cubre es la de su satisfacción, la de la única e incuestionable satisfacción: la que ignora o justifica sus inconsecuencias. Las diputadas de la izquierda conocían previamente, y sílaba a sílaba, las viles, ofensivas y machistas palabras de Zaplana contra la vicepresidenta del Gobierno (que es mujer) y esperaron en silencio a que el macho y ufano político de la ultraderecha pronunciara el desprecio. Entonces tuvieron coartada para salir de sus escaños en protesta. Es decir, machismo sobre machismo. Ése es el análisis del PP: la actitud de las mujeres no es una consecuencia, es un juego, acaso una banalidad?
Está tan acostumbrado ese sector camorrista del PP a mentir que la verdad les resulta sospechosa. La insistencia en las dudas sobre la legitimidad de las investigaciones sobre la autoría del atentado del 11M es el ejemplo más perturbador. La verdad para ese espectro del PP no resulta de una actuación esmerada de la policía y de un proceso judicial serio; su verdad es lo que prima y, si la contradicen, las instituciones sobran, desde la policial a la judicial, del Gobierno legítimo (absolutamente) al Tribunal Constitucional si fuera necesario.
Que el presidente del Tribunal Supremo y del Poder Judicial (adicto a semejante régimen) ofenda al Parlamento con sus incomparecencias suma cantos al desastre; que Esperanza Aguirre hable de "derrocar" al Gobierno y que propicie ayudar sólo a "sus" víctimas informa de su peculiar maestría; que la COPE (la radio de los obispos de España) intentara torpedear los resultados del EGM es otra estampa de la vulgaridad, de la incompetencia exclusiva.
La sospecha sobre la verdad en estos casos deja una huella indeleble sobre su cierta y contundente condición: pobres engendros de la autarquía; silenciosa cuando ganan, conturbadora cuando pierden. ¿Qué pretende el PP con sus exabruptos, promover pucherazos en el futuro cuando los ciudadanos se equivoquen con el voto que no les favorece? ¿Y los obispos, que sospechemos nosotros (los otros) que su Dios es un infundio?
Reacción cívica por el desdoro público es la respuesta. Si la muerte de Dios nunca estuvo tan clara, el ensañamiento de los políticos siniestros jamás propuso razones más poderosas para erguirnos.

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