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Nadir

Alerta naranja

No puedo soportar los titulares de los periódicos canarios de los últimos días. Estallidos de tinta como Tenerife, en emergencia (por citar un rotativo tinerfeño) o Canarias colapsada (por mencionar un diario grancanario). Todos se han portado más o menos igual: lanzando andanadas apocalípticas para estremecer a los lectores. Pero cualquiera puede comprobarlo: los niños asisten a las escuelas, funcionan los hospitales y centros de salud, te sirven el barraquito en el bareto de la esquina, tomas la guagua para subir a La Laguna. Tenerife no vive una situación de emergencia. Canarias no se encuentra colapsada. Nadie nos invade, salvo nuestra sublime ignorancia, nuestra desinformación, nuestro miedo idiotizador o el afán de vender periódicos embadurnados de bazofia alarmista. Los periodistas estamos hipotecando nuestra responsabilidad social a cambio de cuatro, cuarenta o cuatrocientos ejemplares más vendidos en los kioscos durante dos, tres, cuatro días, acaso una semana. Luego escribiremos lacrimógenas columnas cuando arda el próximo centro de acogida de menores extranjeros, o nos horrorizaremos ante broncas tabernarias entre blancos y negros o nos indignaremos al descubrir casos de despiadada explotación laboral o arrugaremos la nariz exquisitamente por comportamientos violentos de grupúsculos de inmigrantes en los municipios de los sures isleños.
Lo que está ocurriendo, ciertamente, no es una minucia. Sobre todo para los inmigrantes: los que terminan en el fondo del mar y los que llegan para ser repatriados en el plazo de algunas semanas.Pero ya ha sucedido antes. Hace muy pocos años más de 500 personas se hacinaban en la terminal del antiguo aeropuerto de Fuerteventura. Quinientas personas, cuatro retretes, dos duchas que se averiaban alternativamente. Cuarentones y adolescentes, hombres y mujeres, sanos y enfermos, sobre mugrientas colchonetas y cubiertos por mantas cuarteadas, y en la noche, lágrimas, broncas, risas amargas, amenazas, relaciones sexuales consentidas y forzadas. ¿Ya no lo recordamos? ¿Qué mierda estólida y miserable ha sustituido a nuestra memoria? Pero ahora, ah, es que ahora llegan a Tenerife y a Gran Canaria y estallan todas nuestras miserias bajo los focos de los medios de comunicación, entre las cuales no es la menor la incapacidad de instituciones públicas y fuerzas políticas para comprometerse en una política común de inmigración y su repugnante inclinación -en la que destaca el PP- a rentabilizar electoralmente este drama bochornoso. Solo existe una solución y es compleja, difícil, erizada de contradicciones coyunturales y a largo plazo: la transferencia de capital, formación y tecnología al África occidental, y mientras tanto, el fortalecimiento de los sistemas de vigilancia y emergencia y la agilización en las extradiciones. Todas las demás alertas son de color miserable.

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