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Nadir

Alerta

Vivimos tiempos de alerta. En Canarias se declaran al menos dos alertas meteorológicas oficiales cada mes y, después del vendaval del Delta de noviembre, en caso de chubascos o vientos huracanados, ya no van a coger al Centro Meteorológico Nacional como chivo expiatorio, por no dar la alarma a tiempo. Ahora, en caso de duda, alerta. Que ven en el mapa mucha nube, alerta; que ven poca, alerta; que no se tienen datos precisos, alerta. Todo dentro de un proceso muy parecido al repetitivo "qué viene el lobo" y que lleva al ciudadano a la mayor de las confusiones. Créanme que con dos alertas meteorológicas al mes, ya uno no sabe cuando es alerta de verdad y cuando es una posible alerta, que tiene miga, pero que todo sea por no comerse un marrón de una próxima comisión de investigación.
La de la madrugada de ayer fue una de las alertas de verdad, alerta plus, que me dejó el traje de Elvis encharcado en el día grande del Carnaval, pero es lo de menos para el argumento.
La alerta se ha convertido en el recurso fácil para una administración incapaz. Se advierte de algo para así no tener que hacer nada. Esto tiene que ver con cosas como las que hemos visto siempre. Un día espléndido en una playa, ideal para el baño, y la bandera roja en todo lo alto. Les digo que significa esa bandera roja: Alerta. Si ponen la bandera azul, los ayuntamientos tienen que mantener una vigilancia y socorristas en las playas. Si ocurre algún accidente, siempre se pueden cubrir con la bandera roja, que ya estaba puesta. Por supuesto, es más cómodo y más barato dejar una bandera en todo lo alto que contratar socorristas. Por eso se hace, ni más ni menos. Así, además, se libra el ayuntamiento de cualquier responsabilidad civil o penal en caso de accidente, o eso creen.
Otro tanto ocurre en los parques infantiles. Aunque sean con columpios a ras de tierra, para bebés, siempre cuelga un cartel municipal, que advierte que el parque es para mayores de 5 años. ¿Qué quiere decir ese cartel en realidad?: Alerta. Esto es, si le pasa algo a un niño en ese parque, como no tenga más de cinco años, el ayuntamiento, como Pilatos, se lava las manos y deja toda responsabilidad a los padres de la criatura.
La alerta de los temporales, trasladada a la vida diaria, viene a ser el recurso del vago, el aviso de que el ciudadano está solo y que se quedará tirado, si por usar servicios de todos le pasa algo malo. No va a tener ayuda, no se va a encontrar un responsable, pero el ayuntamiento ya avisó. En este caso sí, al contrario de lo que ocurre con el tráfico, el aviso municipal, la alerta, autoriza la negligencia.
Así que ya llegados a fin de mes y viendo cómo están las cuentas, los pagos, los impuestos, viendo, seguidamente los ingresos y constatando que no voy a tener capacidad para cumplir con todos los pagos, me acojo a la práctica municipal y autonómica de estos casos. No se cómo voy a pagar. Alerta.

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