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Nadir

Carnaval..Carnaval

 

 ( para Pati, la canariona mas dulce a este lado del rio Pecos, con todo el cariño y agradecimiento por dejarse las pestañas leyendo estas páginas bipolares y esquizoides )

Estaba desayunando en una cafetería, concentrado en la lectura del periódico del día, pendiente del mundo exterior a través de las noticias pero a la misma vez aislado de él por un muro de palabras impresas, así que cuando levanté la vista me sorprendió encontrar un zorro en la barra. Pero no era uno cualquiera, sino el Zorro, con mayúsculas. Allí, a menos de dos metros de mi periódico se encontraba ese personaje histórico, desayunando, con su capa, su sombrero y su máscara en la mano, como si fuera un obrero a punto de empezar su jornada laboral. Tuve que cerrar los ojos y dejar pasar unos segundos para volver a situarme en el mundo real que me rodeaba esa mañana. Pensé que a lo mejor todo había sido un sueño y que lo mejor era seguir leyendo noticias lejanas impresas en tinta negra. Pero no lo hice, porque no me gusta ser un tipo extraño, así que abrí los ojos y volví a mirar hacia la barra mientras sacudía la cabeza para refrescar mis neuronas. El Zorro seguía tomando su refresco, pero ya no era el personaje real, sino un niño disfrazado que en compañía de su padre estaba desayunando en esa cafetería. Sonreí, porque en ese momento me vino a la cabeza que era carnaval y que los niños celebrarían algún tipo de fiesta en los colegios y por eso la ciudad estaría llena de disfraces infantiles. Santa Cruz entre tanta obra da para muchas sorpresas. Me acordé de mi hijo y me pregunté si lo íbamos a disfrazar de algo, así que saqué mi teléfono móvil y sin moverme de la mesa, llamé a mi mujer para comentárselo. Ella tardó un rato en contestarme y después me preguntó si estaba de broma. Yo le dije que no, que era en serio, que aunque el niño era pequeño, me haría ilusión disfrazarlo de algo. Mi mujer me volvió a preguntar si no había notado nada raro cuando me había despedido de ellos por la mañana y yo traté de hacer memoria, sin recordar nada fuera de lo normal. El Zorro de la barra se había puesto la máscara y me miraba con una mirada tan fija que tuve que apartar la vista y centrarme en la pantalla plana que había al fondo del local. Al otro lado del teléfono, mi mujer me aclaraba, enfadada, que al despedirme de ellos, el niño ya estaba disfrazado de dálmata y ella de hada madrina. ¿Es que no te has dado cuenta? Me preguntó con un tono en el que pude notar decepción y rabia. No supe que decir. Si me concentraba, podía recordar unas orejas largas y negras además de unos lunares en el cuerpo de mi hijo, pero no le había dado importancia porque a mí siempre me ha parecido un cachorrito y como además los niños cambian tanto de día en día... Quizás, debería haberme sorprendido con el sombrero verde en forma de cucurucho que llevaba mi mujer, pero supuse que se estaba haciendo algún tratamiento de belleza en el pelo y no quise decir nada por temor a meter la pata. Todavía no he aprendido a distinguir bien los cambios estéticos de mi mujer y siempre soy prudente a la hora de emitir opiniones. Pero por el teléfono no dije nada de eso, sino que me reí como un demente, tratando de no mirar al zorro justiciero. ¿Te crees que no me había dado cuenta? Por eso llamaba, para felicitarte por los disfraces y encargarte que elijas uno para mí. Mi mujer guardó silencio al otro lado, supuse que debatiendo si seguirme el juego o mandarme a hacer puñetas. Al final, escuché sus palabras, mientras el zorro le hacía señas a su padre y me señalaba con su espada. Te dejé la ropa en el sitio de siempre y ni siquiera te has dado cuenta. Tú también vas disfrazado, idiota.

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