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Nadir

Histeria antitabaco

Para hablar de ella convendría dedicarle varios capítulos que podrían quedar resumidos de la siguiente manera: capítulo primero: los conversos. Trataría sobre esos seres histéricos y desaforados que reniegan de lo que un día fueron, es decir grandes fumadores que ahora han dejado de serlo, lo que les da una especie de bula para condenar a los que aún lo hacen; hablan pestes del tabaco, relatan verdaderas odiseas sobre sus consecuencias, y condenan, sin la menor consideración, a sus ex camaradas. Capítulo segundo: los miserables. Aquí hablaríamos de aquellos que se dedican a denunciar a los fumadores de su empresa; anotan los nombres y van corriendo al jefe de personal o a la policía autonómica a soplarles el nombre del vicioso. En algunas comunidades existe ya un teléfono para denuncias anónimas y si el denunciante quiere decir su nombre no debe preocuparse porque no es obligatorio dárselo al infractor. Capítulo tercero: trata sobre los expertos en algo que son esos señores tan raros que han hecho un master sobre cómo comerle el coco a un desgraciado que se lo cree todo y aún piensa que los que gobiernan son más listos que él. Se ganan la vida montándoselo a base de bien con cualquier tema que luego venden con mucha gracia alegando que el master lo hizo en Salamanca. Los expertos en la ley antitabaco recorren los medios de comunicación diciendo cosas tan peregrinas como que debemos denunciar a los fumadores que no cumplan la ley aunque sea nuestro propio padre. Capítulo cuarto: va sobre los dictadores como, por ejemplo, la señora ministra de la llamada sanidad a la que aseguro desde aquí que dejaré de fumar el día que sancione a las gasolineras por vender combustible cargado de monóxido de carbono que nos tiene los pulmones destrozados; o el día que cierre las fábricas que lanzan al espacio humos contaminantes; o el día que castigue a los que engordan animales con hormonas cancerígenas. Capítulo cinco: es el más distendido y explica cómo hacerse un fanático de cualquier cosa en seis días siguiendo unas normas adecuadas, a saber: poner alto el televisor y concentrarse en oír las mentiras o las verdades a medias o las verdades que encubren mentiras mayores que son las realmente perversas. Capítulo seis: es el más complejo y trata de las dudas que nos han surgido a partir del histerismo colectivo. ¿Debe un padre pedir la custodia de sus hijos alegando que su ex mujer fuma como un carretero y eso perjudica al menor? ¿Puede una esposa pedir la separación del esposo diciendo que fuma compulsivamente y, por lo tanto, ella, desgraciada y pasiva, corre graves riesgos de enfermedad y muerte? ¿Debo denunciar a Zapatero porque fuma con Artur Mas en La Moncloa y el humo sale por las ventanas y llega hasta el parque donde una muy mayor amiga mia hace croché de seis y cuarto a siete y media? Y, por último: ¿Debí perder la virginidad si la que me lo propuso era una fumadora impenitente? Necesito respuestas.

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