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Nadir

Sexo Sextante

En el año 81 del siglo XX, un japonés llamado Issei Sagawa asesinó en París a una joven holandesa, la troceó y se comió parte de sus caderas, sus glúteos, sus pechos, sus muslos y sus labios. "Cuando uno se enamora de una mujer, lo normal es que quiera besarla. Besarla o comerla, para mí es lo mismo", dijo. El tipo se hizo tan famoso que hasta los Rolling Stones lo nombraban en su canción Too much blood.
Es un ejemplo extremo, pero no el único, de la predisposición que existe a despedazar el cuerpo femenino, a fragmentarlo, ya sea sexualmente o comercialmente. Las mujeres a menudo se quejan de que sus amantes (o a-mantas, según lo negaditos que éstos sean) tienden a focalizarse únicamente en ciertas zonas llamadas erógenas (tetas, culo y aledaños), olvidados de que también tienen a su disposición el resto de la anatomía. Es posible que los hombres sean como los misiles aire-aire, que van buscando el calor con sus sensores de infrarrojos. Lo extraño del caso es que las mujeres protestan porque los hombres no saben tratarlas como lo que son, entidades de cuerpo entero; pero luego esas mismas mujeres se someten servicialmente a la dictablanda (o dura) de la publicidad, de la industria cosmética, de la corsetería, de la cirugía estética, que basan su eficacia en la manipulación de la materia femenina previamente desmenuzada, y auguran la inalcanzable perfección descomponiendo en partes el todo, para luego recomponer el rompecabezas, presuntamente mejorado.
Existen aliños y badulaques para abrillantar el pelo, desenredar las puntas, vigorizar el cuero cabelludo, espesar las pestañas, disciplinar las cejas, nutrir la piel, colorear las mejillas, disimular las ojeras, camuflar las arrugas, iluminar la tez, dar volumen a los labios, eliminar los brillos de la nariz y la barbilla, alisar el cuello, tonificar el escote, tensar los senos, reafirmar el vientre, reducir las caderas, respingar las nalgas, afinar los muslos, depilar el vello, suavizar las manos, eliminar las cutículas, fortalecer las uñas, pulir los talones. La munición es cada vez más específica: hay, por ejemplo, cremas anticelulíticas no intercambiables, para la barriga unas, otras para las cachas, y ojo con equivocarse. Mención aparte merecen los arreos pertenecientes a la división de lencería: sujetadores con y sin aros que juran y prometen aumentar una talla, o reducirla, fajas de tortura que desvanecen de un estrechonazo los michelines, pantis reductores, braguitas que separan y realzan los glúteos, enaguas que desmienten, ligueros que titilan, picardías que enardecen... Es como lo de ir a misa o creer en Dios: una cuestión de fe y de oportunismo. Porque a lo mejor Dios no existe, y a lo peor la publicidad es un bulo, pero por si acaso...
Las mujeres occidentales se declaran liberadas porque no llevan chador, porque practican el top-less, por la paridad electoral, por la ley del divorcio y del aborto. Pero se han sacudido el vasallaje genérico para dejarse chantajear por la factoría del tongo. Pensándolo bien, una vez que se han dejado despiezar como reses, no es de extrañar que las lleven tanto al matadero.

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