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Nadir

Tirar a matar

Estaba en el supermercado y la oí. Aquella mujer gritaba como una posesa. Enrojecida por la furia y con los ojos brillantes decía cosas tales como: "Eso. Que los cuelguen a todos y los despellejen vivos" "Son todos iguales" "Asesinos" "Ya los cogiera yo, ya... ¡Iban a saber ellos lo que son bombas!" Creo que hablaba del atentado de Londres. Las demás asentían con la cabeza completamente de acuerdo. De pronto tuve la impresión de que los destinos del mundo suelen fraguarse en las colas del supermercado donde siempre hay alguna que grita más que las otras. Esa que te dice llena de cólera "Oye tú, que aquí llevamos todas una hora esperando" Y tú, que acabas de llegar y te habías acercado al mostrador a observar la mercancía, caes fulminado por su odio. No se engañen: es en las colas del supermercado donde gira la tierra y se hacen reales los mayores cataclismos. Ellas son las que hacen la historia. Ellas, con sus bolsas de plástico repletas hasta los topes de verduras y congelados, enardecen las filas patrióticas, y al grito de "hay que matarlos a todos" son capaces de hacer hervir la sangre y las conciencias de cualquier tienda de ultramarinos. Ellas, en ese "todos", engloban a los hombres que violan, matan, hacen caer la bolsa, atropellan con un coche o se largan con otra, y que son, sin ninguna duda, sus propios maridos. Y cuando ellas se dirigen a la guardería cada mañana con su tierna criaturita cogida de la mano van haciendo patria y cultura general. "¡Negros de mierda! Si yo los pillara verían ellos lo que es terrorismo" Porque ellas dicen cosas así en cualquier supermercado del mundo o cuando salen a la calle para llevar al niño al colegio antes de ir a hacer la compra del día. Y el niño oye, y el niño aprende las lecciones de mamá. Y una mañana de julio, el niño, que se ha hecho policía del Reino Unido, sale de servicio y llega al metro y al primero que corre o que tiene un extraño color de piel parecido al de los terroristas que son siempre de distinto color al de uno y van siempre corriendo por el metro con cara de desolación, pues le dispara a matar. Y ya en el suelo, por aquello de más vale perro muerto que perro rabioso, le descarga las balas, una tras otra, en su rara cabeza, mientras oye la voz de mamá: "Yo los mataba a todos" O a lo mejor ese niño sólo llega a ser presidente del Tribunal Supremo de España y se dedica a ir por ahí justificando las instrucciones de tirar a matar que la policía británica recibe del señor Blair en lo que éste ha dado en llamar la lucha contra el terror que equivale a tiro en la cabeza de cualquier vecino que no se parezca a los que han hecho cola toda la vida en el supermercado donde compra su querida mamá.

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