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Nadir

Occidente justiciero

Occidente: No te quejes. Occidente y Poder avasallador es lo mismo. Desde los nerones que aniquilaban bárbaros y quemaban sus romas. Los ingleses con su flema, los españoles calientes, los fríos holandeses no han hecho otra cosa a lo largo de la Historia que aniquilar indígenas en los territorios conquistados. Occidente siempre tuvo como un morbo asesino especial, ensañado con esos otros pueblos peor equipados, más atrasados en armamento, pero tan sensibles en la idolatría de sus dioses plurales. Occidente los masacró en cuanto estuvieron a tiro. Litigio muy desigual. Catapultas contra hondas de cuero o pedradas a mano; balsas de aceite hirviendo derramadas desde las almenas de sus fuertes fabricados en terreno usurpado al indio, contra flechas rotas en los murallones inaccesibles.

Y llegó la pólvora. Cañón de tiro graduable y ametralladoras de mayor rendimiento, contra escopetas de segunda mano, vendidas al indígena por el intermediario del opresor. Si alguna vez se viraba la tortilla y te cazaban, lógico de toda lógica es que te cortaran la cabellera, ¡cacho cabrón!

Y después de la pólvora, llegó el tren. Los atiborraban de soldados lívidos, voluntarios o a la fuerza o mercenarios de tres por cuatro, hacia campos de batalla cada vez más alejados de la metrópoli. Y llegó el avión, caza de combate, aparato nodriza, bombardero B-52. Puede repostar en territorio amigo. Rota o Torrejón. O las Azores. Y puede seguir indesmayable hacia los solares ricos en materias primas, pero ocupados por indígenas que Occidente llama infieles y/o terroristas: Corea, Vietnam, El Golfo Pérsico, Afganistán, Irak, pronto irán a Siria e Irán, valga el fatídico juego de palabras.

Pero esta vez se ha juntado y simultaneado todo: la reunión del G-8 (¿por qué en Escocia?), la del Comité Olímpico Internacional (¿por qué en Singapur?) y la de esos malvados terroristas en los trenes subway y en los autobuses de una capital llamada Londres, filial privilegiada, hija predilecta del piramidal mundo de Occidente con cabeza en Washington/Nueva York.

Occidente, estás en peligro. En otros tiempos felices no había lugar ni posibilidad de grandes represalias, pero luego un cable puesto a tiempo y con disimulo pudo hacer saltar por las nubes a militarotes tipo Carrero Blanco. Y actualmente estamos incluso en peor tesitura. Ahora resulta que un teléfono móvil, conectado no sé de qué forma y con qué tipo de tecnología avanzada, sin cables físicos visibles, pura informática virtual, puede hacer estallar, realmente y desde muy lejos, una bomba colocada a escondidas, entre la masa de trabajadores mañaneros, en cualquier ciudad del Imperio Occidental.
Occidente, no te arredres, tú sigue adelante, acordonando de policías, metralletas, helicópteros, cámaras de visualización protectora, los lugares más frecuentados por el gran capital, verbigracia por el G-8 y sus vástagos. Y al mismo tiempo, continúa haciendo incursiones a esos terceros mundos para implantar democracias a la fuerza y a la media de tu bolsillo.
Y en esa estamos.

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