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Nadir

La fuerza de la costumbre

El informe sobre los atentados del 11-M que la Policía ha enviado a la comisión investigadora del Congreso de los Diputados no deja dudas: con los primeros datos de urgencia sobre la mesa todo llevaba a sospechar del terrorismo islamista y no de ETA. Pero de nada sirvió que así fuera porque el Gobierno siguió en el empeño de que la realidad se ajustara a sus deseos. Las masacres son lo que son y todos los terrorismos igual de nefastos, no cabe preferir unos a otros. Pero una vez consumada la desgracia es una pura ingenuidad no advertir qué ventajas electorales suponía el hecho de que fuera ETA la autora de la masacre para quienes se envolvían en la bandera española, incluso contra los españoles que matizaran su patriotismo, y que en la lucha contra ETA, y con méritos, tenían su principal activo. Todo esto es tan obvio que después de lo que pasó aquellos días lo que no entiende uno es que un partido que intente recuperar la confianza de los ciudadanos siga teniendo como portavoces principales a los protagonistas de tan obsceno disparate. Y más difícil aún resulta oír de qué modo y con qué facilidad acusan de mentirosos a otros. Que no aparezcan actas o documentos de las reuniones de la crisis supone un motivo más de escándalo que pone en entredicho el buen sentido de quienes nos gobernaban y evidencia la chapuza de quien trató siempre de modificar la realidad para su provecho. El presidente Zapatero suele presumir de que fue suya la idea del Pacto contra el terrorismo, pero lo que no suele admitir es que no ha servido para casi nada. Uno de sus objetivos era el compromiso de los políticos de no hacer uso de esa lacra con fines electorales, y hasta tal punto el PP se saltó a la torera ese compromiso que, con la fuerza de la costumbre, tal vez quiso volver a lo mismo en la más lamentable circunstancia.

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