La pifia y la belleza
La prensa diaria tiene huecos para casi todo. Hace poco, uno de los arquitectos que había participado en la construcción de la nueva terminal del aeropuerto de Barajas, escribía a un periódico quejándose de que en los días posteriores a su inauguración se hubieran resaltado los retrasos, las pérdidas de maletas, etc., en vez de la magnificencia arquitectónica de la obra, la mayor de Europa. Quizá llevara razón. Tal vez los desajustes que la prensa enumeró fueran pasajeros y no imputables al edificio en sí. Pero no nos faltan motivos para temernos lo peor. Somos demasiado aficionados a construir cosas que no funcionan. -De acuerdo, no funciona, pero no me negará su belleza.
-La belleza de un reloj consiste en dar la hora exacta. La de un barco, navegar, y así sucesivamente...
(Por Dios, qué temperamento más práctico)
Y es que aquí hemos construido auditorios hermosísimos sin condiciones acústicas, que es como fabricar un paraguas con agujeros. La lista española de disparates arquitectónicos llenaría siete guías telefónicas de Pekín, de manera que la gente está a la que salta. Y saltó, lógicamente, con la T-4, porque tiene nombre de virus. Hablando de arquitecturas fallidas, fíjense en la del cisne, que posee una elegancia insuperable. Sin embargo, ya tuvimos, en Grecia e Italia, varios casos de estas aves infectadas por el H5N1, que no es, pese al nombre, una obra pública, sino el microorganismo de la gripe aviar. Pues no será tan elegante ni estará tan bien hecho el cisne cuando puede morir como un pato, el arquetipo de la torpeza. O como una gaviota, que se alimenta de basura...
(Por Dios, qué metáfora tan acertada)
En cuanto a que La T-4 es la obra pública más grande de Europa, no nos conmueve porque estamos acostumbrados a lo grande. Aquí, siempre que se construye algo -sea un centro comercial o un puente- es lo más grande de Europa. Pobre Europa, cuánto tiene que envidiarnos. Quiere decirse que el recelo español, por injusto que sea, está justificado. Vean, si no: somos el único país del mundo que ha invertido miles de millones (perdón por la tristeza) en construir un tren de alta velocidad que va despacio. Otro día hablaremos de los ruidos. O de las pilas alcalinas.
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