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Nadir

Canarias, capital de España

Esta España tan necesitada de una tila, esta España de los nervios tiene una solución: que trasladen la capital a Canarias... Claro que luego vendría el lío de si ponemos la capital en Santa Cruz de Tenerife o en Las Palmas de Gran Canaria, pero bueno, podemos repartir las diferentes instituciones públicas por las siete Islas, tal y como contempla esa ejemplar ley de sedes que no existe, que sí existe o que algún día existirá o que nadie sabe nada.
La pachorrona forma de ser canaria sería el bálsamo definitivo contra la permanente locura que se vive en Madrid, o que parece vivirse en Madrid si uno escucha cinco minutos de la COPE y otros cinco minutos de la SER, si uno lee medio editorial de El Mundo y otro medio de El País, si uno comete la torpeza de decir que tanto Jiménez Losantos como Francino tienen sus cosas buenas y sus cosas malas (uno más que otro, pero paranoias, las justas).
Canarias es un sitio tranquilote no solo por el tópico, sino por la mísera realidad. Eligen por fin a Paulino Rivero candidato de Coalición Canaria y, en el fondo, no pasa nada de nada; el comentario del día siguiente es ese: nombraron a Paulino candidato.
En Canarias estamos incluso acostumbradísimos a los casos de corrupción, a tener a alcaldes enchironados y a que un partido tan escurridizo como el PP sea capaz de tener bajo sospecha a la mitad de sus ediles mientras sus líderes regionales ponen cara de yo no fui y acusan al gobierno de llegar a ganar unas elecciones asesinando.
En Canarias puede ocurrir que tengas a un alcalde con dos investigaciones abiertas y que nadie se dé por enterado. A falta de la fase de esta noche y la final del viernes, está claro que esas insoportables murgas adultas, esa reunión de aburridos sin talento que se junta más por la fiesta y emborracharse que por ofrecer algo con un mínimo de alegría y dignidad, esos patanes autoerigidos como "la voz del pueblo" miran para otro lado en todos los asuntos polémicos, y el tema de Las Teresitas ni lo menciona, ni para reírse ni para atacar ni para defender, ni siquiera para equivocarse. Porque las murgas salen a error por verso, a palurdo por integrante, a mamotreto por letra. Una no tuvo mayor ocurrencia que echarle la culpa a Zerolo de la desaparición de la plaza de la Paz por culpa de la obra del tranvía, olvidando que la plaza en realidad se traslada y que la obra es competencia del Cabildo.
Por eso, por ese eterno despiste, pero sobre todo por ese pánico y cobardía por entrar en polémicas duras, Canarias capital de España. Y esa Cuesta de Piedra como Ministerio de Interior. Con un par.

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