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Nadir

Aznar el ibero

Aznar el ibero

José María Aznar se ha convertido en el único político de nuestra maleada España que dice lo que piensa y piensa lo que dice. Ya era hora, después de más de cinco siglos, que alguien se atreviera a reclamar a los moros lo que es de justicia: que pidan perdón por los ocho siglos de ocupación. Ocho siglos dedicados a destruir lo poco que habían dejado de la gran cultura íbera los romanos.

Algunos mercenarios de la izquierda han llegado a publicar que Aznar no es más que un empleado de Murdoch, que se dedica a hacer el trabajo sucio de mantener permanentemente cabreados a los musulmanes. Esos indeseables, entre los que se encuentran personajes intelectualmente tan sospechosos como Umberto Eco, parten de la estúpida teoría de que los primeros responsables del actual estado de guerra en el que se encuentra el mundo son las grandes multinacionales del petróleo y el armamento. Y de que nada de lo que dicen o hacen los políticos del grupo de Bush es casual o descuidado.

Esta gente es incapaz de entender las verdaderas razones que mueven a un líder de opinión como Aznar. A nuestro ex presidente le motiva exclusivamente el amor que siente por lo auténtico, por lo genuinamente español. Qué fácil resultaría reconocer y aceptar como propio lo hecho por los árabes: la medicina, la agricultura, la música o la arquitectura. Qué sencillo vanagloriarse de haber sido el foco de la cultura mundial cuando el resto de Europa se debatía en la oscuridad del Medievo. Qué poco le hubiera costado haber sacado pecho ante su amigo Blair diciéndole que cuando Londres era una miserable ciudad plagada de ratas, Córdoba era la ciudad más importante del mundo conocido, que contaba con un millón de habitantes y era el lugar de reunión de los principales sabios de Oriente y Occidente.

Pero nada de eso va con el carácter de nuestro amado presidente de la FAES. Él es un hombre sencillo, austero hasta el punto de lo estoico. Sólo se permite algunas pequeñas licencias como ese toque de tinte en esa melenita estudiadamente descuidada de escritor maduro. Y un hombre así no puede aceptar como propio lo que sabe que es un simple préstamo de la historia. Los musulmanes no sólo tienen que pedirle perdón por lo que hicieron, si no que de paso deberían llevarse lo que dejaron aquí cuando fueron expulsados por los antepasados de nuestro ex presidente. Y que se anden con cuidado los italianos, que los siguientes en pedirle perdón van a tener que ser ellos. Ya está bien de que tengamos que ser los españoles los que tengamos que pagar la factura de las reparaciones de los muchos acueductos, puentes, teatros o circos que construyeron aquí. Que hay que ver en el estado que nos lo dejaron, todo roto.

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