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Nadir

Zaplana y la verdad

Siempre me he preguntado por qué Eduardo Zaplana está tan obsesionado con la verdad. Y me lo volví a preguntar el martes, cuando lo escuché en la radio, reclamando la verdad del 11-M, acusando a Zapatero de no decir la verdad sobre la misión de las tropas en Líbano o tratando de mentiroso al que se terciara. Puede ser que esta obsesión por la verdad le venga de la percepción de que el PP perdió las elecciones por ausencia de la verdad, o porque sueñe con el grito ciudadano de "queremos saber la verdad" en marzo de 2004, mientras ellos trataban de imponer la suya y él de contarla, como no han dejado de hacer. Pero la obsesión de Zaplana por la verdad es anterior a eso; esa obsesión lo llevaba frecuentemente a aclarar en sus comparecencias como portavoz del gobierno que hablaba "con toda sinceridad" o a prometer que no iba a mentir, como si viera en la cara de los periodistas la sospecha de que podría hacerlo. Quizá por ese amor a la verdad que lo posee lleve tan mal que se le diera por mentiroso en los días aciagos de la masacre, o tal vez, al comprobar que la mentira puede conducir a la derrota, que es lo que lleva peor, vaya sinceramente en busca de la verdad. Lo lógico, si es un hombre de orden, que no lo pongo en duda, pero tampoco nos lo ha demostrado, es que la verdad del 11-M la buscara de mano de policías y jueces, ya que de los políticos del Congreso no se fía, pero al escucharlo el martes supe que ni los policías ni los jueces son de fiar, que él busca la verdad siguiendo el camino de unos delincuentes, es decir, retando a que se determine si lo que un delincuente cuenta a un periódico es verdad o mentira. Que se investigue, que se investigue, que se diga sí o no, insistía. Ayer, otro periódico, pudo haberlo complacido: revelaba una conversación del delincuente con sus papás en la que se manifestaba dispuesto a contar los cuentos que se le pidieran a cambio de dinero. Ya sé que el hecho de que alguien cobre por una cosa o por otra no es lo que a Zaplana le importa más, ni si ha cobrado en negro o por medio de facturas falsas, pero como buscador de la verdad, el de ayer tenía que haber sido para él un buen día. Estaba, sin embargo, hecho una furia en Antena 3 porque le habían desmontado la función. Y es que, visto lo visto, no hay nada para un buscador de la verdad como leer El Mundo, igual que un devocionario, o escuchar piadosamente la emisora de los obispos que, no siendo ajena a sus empeños, podría hacerse eco del evangelista san Juan y proclamar con él cada día que "la verdad nos hace libres".

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