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Nadir

Acebes

He estado ojeando la prensa y de repente me he quedado mirando una foto de Angel Acebes y no he podido evitar que una apisonadora de recuerdos y memorias mas o menos recientes me atropellase antes de poder ni tan siquiera poder quejarme ni apartar la mirada de su fotografía. Fíjense en esa postura de cura franquista cargado de odio y rencor, esa predisposición al permanente vómito tan característica de los demócratas de centro reformista. Es como si de esa boca saliera un insoportable aliento sobrecargado, un penetrante olor a vinagre caducado que me revuelve en mi silla.
Si se fijan bien, da la sensación de que incluso un hilillo de mala baba cae por la boca en la línea recta que marca la corbata hasta desaparecer detrás del atril. Cae y cae hasta perderse, suponemos, por las alcantarillas de Génova. Es como si la gaviota del PP, ya manchada en su ala derecha, estuviera huyendo despavorida de la baba de vinagre mortecino que se desprende de Acebes.
Sigan la línea de la mano y proyéctenla hacia la cabeza. Suban hasta la punta más alta del cerebro (después de 12 años para aprobar Derecho, no hay ninguna razón para tener miedo al mal de altura) y bajen después en línea recta hacia la parte derecha del atril, hasta la mano escondida de Acebes. Las líneas, podrán comprobar, forman un triángulo. Es el equilátero de Dios. La morada de Acebes en su absoluto perfecto y posesión de la verdad".
"El proyecto de Zapatero ya es el proyecto de ETA". Eso ha dicho el iluminado del 11-M. La baba ha caído, el olor a podrido se ha intensificado. Se ha perdido la risa, se ha perdido el color. La foto, ya para siempre en blanco y negro, muestra, si se fijan, una misma inquietud y dos personas distintas. Hagan la prueba. Tapen primero los ojos con un dedo y miren la boca. Es la desembocadura del odio, de la agresividad y la manipulación, un afluente contaminado del río Le Pen. Son los dientes manchados de FAES y de la impotencia. Es el grito de guerra de los guerrilleros de Cristo Rey. Podrían ser los dientes del se sienten coño y del estesen [sic] tranquilos pero no se dejen engañar por la estética de la foto, el frontis y todo eso, son tan sólo los dientes macilentos de Acebes.
En fin, ahí les dejo. Me gustaría quedarme con ustedes y seguir comentando otras fotos de los grandes de la democracia pero tengo que irme. He quedado con el aparato de mugas porque soy un mugalari. (Pero es un secreto así que, por favor, no digan nada. Recuerden que Acebes vigila).
Cuando la violencia desaparezca seremos sencillamente un país normal. Y habrá que hacerlo normal, porque después de 40 años de violencia, la normalidad hay que construirla.

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