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Nadir

Tormentas

Me gusta mirar las nubes negras que avanzan por el cielo. Me gusta sentir la electricidad que se va almacenando en ellas para descargar su rabia en forma de rayos y truenos mientras yo, protegido tras los cristales, contemplo su fuerza y su belleza desbocada.
A veces en el interior de las cabezas, ocurren fenómenos atmosféricos semejantes. Dos nubes de neuronas entrecruzan sus mensajes eléctricos y generan un rayo de esperanza o un relámpago de lucidez. Las buenas ideas surgen de nuestras peores tormentas, igual que las inundaciones y las riadas devastadoras. Nuestra cabeza es como un cielo azul que miramos a través de una ventana interior.
Protegidos por los cristales de la conciencia, contemplamos días limpios y claros, días luminosos donde lo que apetece es pasear y vivir. Pero también contemplamos días nubosos, oscuros que amenazan tormentas de ideas. Esos días no podemos evitar los rayos y mucho menos las consecuencias. En algunas cabezas surgirán ideas luminosas y brillantes mientras que en otras, los rayos incendiarán nuestras conciencias y las llamas brotarán por todo nuestro ser, convirtiéndonos en locos o en diablos de fuegos neuronales.
Me gusta mirar las tormentas, protegido tras los cristales y pensar que estoy tranquilo en mi casa, junto a la calefacción, con la seguridad de tener los pies secos y una taza de té en las manos. Me resulta curiosa la fascinación que entrañan estos fenómenos atmosféricos tan devastadores y tan bellos al mismo tiempo. Ocurre igual con las ideas, nos fascinan porque son como los rayos, porque traen todo lo bueno y lo malo de lo que es capaz el ser humano. Las ideas nacen al chocar dos nubes de neuronas en el interior de nuestro cielo y lo mismo descubrimos el teorema de Pitágoras que el nazismo. Las ideas, como las tormentas, son difíciles de provocar. Vienen cuando quieren y nosotros, como mucho, podemos mirarlas desde las ventanas.
En las empresas o en los laboratorios han tratado de construirlas artificialmente, pero nunca han conseguido nada mejor que un humilde chubasco. Las tormentas de ideas, los famosos brainstormings, son un fracaso porque mezclan cabezas y no nubes. Las cabezas separadas lo único que pueden hacer es dialogar, pero les cuesta producir rayos. Las tormentas, las buenas, necesitan que las nubes estén en el interior de una sola cabeza igual que en el cielo es imposible hacer rayos con un cúmulo aquí y un cirro en Groenlandia.
Las ideas surgen cuando explotan dos nubes de neuronas cercanas, pero las ideas son difíciles de llevar de una cabeza a otra. Así que gracias al cielo, los genios siguen siendo raros, igual que los locos o las tormentas de rayos y truenos. Da gusto saber que todavía quedan cosas que no se pueden fabricar en China, ni en ninguna otra parte.
Da gusto saber que las ideas se pueden copiar, pero que las originales salen de la bañera, cuando se producen tormentas interiores. A veces sueño que corro desnudo al mundo y grito Eureka como un griego, pero después me doy cuenta de que estaba durmiendo y que me acabo de despertar. El agua entra a mares por la ventana iluminada por los rayos de la tormenta.
Así que ahora grito, pero de miedo o quizás de impotencia o de admiración. Nunca se sabe, es lo hermoso de las tormentas, reflexiono mientras cierro la ventana y contemplo las nubes dibujadas por los relámpagos.
A lo mejor en mi cerebro pasa lo mismo y el agua se filtra por las grietas, despertando a mi conciencia dormida. Me meto de nuevo en la cama y pienso que me gustaría saber si existirán en mi cabeza al menos dos nubes de ideas que puedan producir una idea luminosa.
Cierro los ojos y escucho los truenos de la tormenta y durante un rato no sé si proviene de mi interior o de mi exterior.
Claro que a lo mejor no hay diferencia

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