Blogia
Nadir

La pifia

La comisión ejecutiva federal del PSOE ya está proclamando su error electoral para el próximo año: la candidatura presidencial de Juan Fernando López Aguilar, ministro de Justicia, en los comicios autonómicos canarios de mayo de 2007. López Aguilar ha disfrutado siempre de la máxima confianza de José Luis Rodríguez Zapatero, a quien apoyó desde los casi heroicos tiempos de Nueva Vía, y fue uno de los ungidos por el nuevo secretario general, que codujo al partido, por fin, al posfelipismo, y a la sorprendente victoria electoral de marzo de 2004. Zapaterista de primerísima hora, López Aguilar ha carecido, en cambio, de sólidas relaciones y avales en la ejecutiva federal, y no pertenece al núcleo duro que dirige férreamente el partido desde el despacho del secretario de Organización, José Blanco. El ministro de Justicia nunca ha querido abandonar el Gobierno. No puede regresar a la política regional porque, en rigor, no la ha practicado nunca. En la porfiada candidatura de López Aguilar se abrazan dos circunstancias: el deseo de José Blanco de exiliar una ambición y la distorsión de un análisis político-electoral de la situación canaria excesivamente mesetario. A la dirección federal del PSOE no se le ocurriría imponer a un ministro como candidato a la Presidencia de Cataluña, el País Vasco o Galicia. No deja de ser sintomático que, en cambio, se le antoje una idea estupenda hacerlo en Canarias. Juan Fernando López Aguilar apenas ha pisado la agrupación local del PSC de Las Palmas. Se rumorea que, cuando se baña en Las Canteras, espera que se abran las aguas para que pueda regresar andando a Madrid. Para casi todos los secretarios insulares, así como para los alcaldes socialistas del Archipiélago, López Aguilar es un perfecto desconocido. Ignora palmariamente el funcionamiento interno del PSC, las crónicas de sus éxitos y sus fracasos, el intrincado mapa de las relaciones políticas y personales, los quebradizos equilibrios internos entre las ambiciones y los miedos, los atroces reinos de taifas que muestra hoy el socialismo canario. Su superferolítico piquito de oro no solo resulta una pedantería electoralmente invendible: es absolutamente ajeno, para bien y para mal, a los discursos y retóricas del socialismo isleño. Es inconcebible que López Aguilar -el político socialista más crítico y aun despectivo con el nacionalinsularismo- admita a un Adán Martín como vicepresidente o soporte ser el vicepresidente de un Miguel Zerolo. Ni un solo alcalde socialista moverá una ceja por la candidatura presidencial de un brillante alienígena al que nada deben ni nada inicialmente puede darles. En último término ni López Aguilar es un buen candidato ni este ceniciento PSC puede ganar las elecciones solo con un buen candidato. Los dirigentes coalicioneros se frotan las manos: nacieron con una flor de tabaiba entre las nalgas.

0 comentarios