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Nadir

Veinticinco años no son casi nada

La visión del video en el que Tejero irrumpía en el Congreso se hace cada día más soportable en la medida que la distancia amortigua la memoria. A los jóvenes les parece una parodia de un mal programa de humor de televisión en el que se ha querido sangrar la imagen atrabiliaria de un Guardia Civil. Pero Tejero existió, sigue vivo y quiere un referéndum imposible sobre el Estatuto de Cataluña. No es el único.

Han pasado veinticinco años y casi nada recuerda aquella España que se despachó después, en una docena de años, en un país moderno. Saltamos de los bancos de madera en vagones de tercera a la alta velocidad, pero no miramos despacio si la carrocería de nuestra democracia guardaba esos óxidos que hacen su trabajo solitario y aparecen después, como corrosión irreparable, cuando se ha descuidado el mantenimiento.

La vida política española tiene elementos disolventes infiltrados en las ranuras que necesariamente deja abiertas un sistema de libertades y la calidad de los materiales de la democracia se va deteriorando. Es cierto que en esta España de hoy no es pensable un Tejero irrumpiendo en nuestras instituciones, pero también que la democracia es un bien tan preciado que necesita revisiones permanentes de su estado de salud. Ahora misma hay señales alarmantes de deterioros muy serios. El diálogo político entre el Gobierno, los partidos minoritarios de la cámara y el PP está absolutamente roto y la única política que se practica es la de la confrontación

En el fondo de todo este estruendo está la sombra de José María Aznar, al que no tengo la menor duda de que la historia le va a pasar un cepillo de carpintero, como el factor más cáustico de esta etapa de la vida democrática. Ahora está empeñado en enderezar las decisiones electorales de los países que el considera presos de populismo en Latinoamérica, pero su larga mano no es solo la que se ve estrecharse con el republicanismo norteamericano más integrista sino que es la que maneja la caja del dinero de la FAES y teledirige su partido.

Cuando Tejero irrumpió en el Congreso José María Aznar debía estar digiriendo una Constitución que el trato de boicotear. Ahora tenemos vacunas para todos los intentos desestabilizadores, pero el odio se siembra despacio y se recoge deprisa. No estaría mal que miráramos a nuestro alrededor para ver donde existe una oposición como la que tenemos aquí.

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