Blogia
Nadir

Así en la tierra

Escribo la columna escuchando cómo corre el agua achocolatada por el barranco de Santos. Es una música serena y pausada que no parece acabarse nunca. De vez en cuando se escucha el frenazo de un coche o el grito de un niño, asombrado, que se alonga sobre el petril y descubre lo que es un barranco: no una herida polvorienta entre edificios y asfaltos, sino una voz de la naturaleza. Después de un manso diluvio que ha durado toda la noche el cielo se ha despejado. Arriba, en el centro de La Laguna, casi ha desaparecido el sabroso olor a tea quemada. Algunas reacciones son sorprendentes. La de la alcaldesa de La Laguna, Ana Oramas, quien afirma, a propósito del incendio que carbonizó la Casa Salazar, que "todo ha funcionado perfectamente". Y uno se queda atónito. Un asombro cansado y menesteroso el de uno, la verdad, un asombro que ya dura demasiado. Señora alcaldesa, si todo hubiera funcionado perfectamente, ¿estaría la sede del Obispado reducida a cenizas? ¿Incluye usted entre lo que funcionó perfectamente lo que no podía funcionar perfectamente, porque no existía, como un sistema de detección de incendios? Es asombrosa la ambición demiúrgica que puede embargar a la alcaldesa, el prodigioso ejercicio de hurtar la realidad que practica sin pestañear. El edificio colapsándose y Ana Oramas, al ladito, fruncido el dorado ceño frente a los micrófonos: "Todo ha funcionado perfectamente". ¿Y si se produce alguna pequeña imperfección que hubiera ocurrido? ¿Que arde toda la calle en una llamarada?
A unos metros de distancia el barranco sigue corriendo. Como el tiempo. La vieja metáfora. Los grupos municipales se han reunido y, por unanimidad, han acordado cederle al Obispado Nivariense la Casa Anchieta mientras tanto. ¿Mientras tanto? Veremos varios obispos despachar nulidades y cobrar recibos en la Casa Anchieta, se los aseguro. Al menos me consuela la idea de que mi corazón no hace colectas para restaurar un inmueble que forma parte del patrimonio histórico-artístico del Archipiélago. Una limosnita, por el amor de Dios. Una limosnita para reconstruir el Palacio Salazar, reconstruirlo exactamente igual, sin anacrónicos sistemas contra incendios, por el amor de Dios, una limosnita, aunque usted pague impuestos, una limosnita, aunque la Iglesia Católica haya usufructuado ese inmueble durante doscientos años y disponga de pasta para una tele y no para mangueras, una limosnita, don, y sea solidario, sea patriota, sea un buen creyente así en la tierra como en el cielo

0 comentarios