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Nadir

Cajas

Al parecer se ha puesto de moda regalar cajas de cartón. Me refiero a cajas vacías, sin contenido, salvo el aire de su interior. A mí me resulta curioso, porque cuando yo era pequeño, lo importante de un regalo era lo que había dentro. Pero los tiempos cambian y ahora lo que cuenta es lo bonito que sea el envase y, a veces, el dinero que pagues por el detalle. En Japón, por ejemplo, el precio es lo primero y lo único que miran. Los regalos no llegan nunca a abrirse porque dependiendo del color de la caja, el destinatario sabe el valor del presente y ya no le interesa saber si en su interior hay algo o no. Así que la gente agradece los regalos, pero no porque le gusten, sino porque valoran el dinero que te has gastado en ellos y aunque Japón está muy lejos y quizás no debería importarnos, los regalos, como la gripe aviar se contagian por el aire, así que una mutación de las cajas vacías ha cruzado el espacio aéreo para llegar a nuestras tierras. Por eso se ha puesto de moda entregar regalos falsos. A todo el mundo le parece bien poner listas de aquellas cosas que no necesita para informar a la gente del dinero que quiere que le ingresen. Los regalos en este caso no sólo están vacíos sino que encima mienten. Pero la gente no soporta las mentiras, así que algunos, los más honrados, han decidido entregar el número de cuenta corriente para que directamente les hagas un abono en su cuenta bancaria. Es una manera de regalar aire, sin la incomodidad de la caja de cartón, por lo que el tema de las tarjetas está prosperando y las empresas que no son tontas se han dado cuenta. Así que ahora cunado entras en un comercio no te sorprende ver que además de la mercancía normal venden tarjetas de plástico con un lazo de regalo. Por lo visto, disponen de banda magnética y se pueden cargar con cantidades de dinero para gastar en dicho establecimiento. De esta manera tan inteligente uno se ahorra, la caja, el aire y el traspaso a la cuenta corriente. Una comodidad que no todo el mundo aprecia porque hay gente a la que le gusta el momento de desembalar el regalo y desenvolver una tarjeta no hace mucha ilusión. Para resolver ese problema se han puesto de moda las muñecas rusas, que son cajas, rellenas de cajas, cuyo disfrute principal reside en abrir una y otra vez la misma muñeca de madera, hasta que al final descubrimos el vacío existencial de nuestra vida o de nuestras tarjetas que es casi lo mismo. Mi primo, que es un poco raro, regala todas las cajas a sus hijos pequeños, así si se compra una nevera, los cartones sirven para construir refugios y escafandras. Vivimos en un mundo extraño, y eso que no somos japoneses que duermen en cajas de cerillas en vez de hoteles. Dicen que esa moda está también aterrizando en nuestras tierras, así que dentro de poco alguien te regalará una tarjeta con derecho a dormir en una caja y con el desayuno incluido. En fin que en cierto modo todos somos mendigos, en trajes de etiqueta con el precio puesto y con la marca colgando, porque nos pasamos media vida buscando cajas de cartón y la otra media regalando nuestras miserias envueltas en papel celofán. De tanto regalar cartones nos hemos convertido en cajas vacías. Yo por ejemplo cada día que pasa parezco más un trozo de papel de estraza. Me envuelvo en mí mismo y me regalo en forma de escritos, pero en el interior de ellos, lo único que existe es otro escrito, una especie de muñeca rusa periodística que no termino de entender. Por eso mi madre, que es cajera, me quiere poner a la venta, pero esa es otra historia.

 

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