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Nadir

Aznar, rodeado en Georgetown

Si no le avisaron de donde se metía, tiene todo el derecho para reclamar. Es de rigor formularse la pregunta: ¿le dijeron al señor Aznar que la Universidad de Georgetown, que le contrataba como profesor no numerario (PNN), es un foco de antibushismo, tanto por parte de estudiantes como de profesores, que durante la campaña no han ocultado sus simpatías por el demócrata Kerry? Si no le avisaron de la ideología dominante, tiene todo el derecho a reclamar y seguro que un tribunal le dará la razón.

Por sus vínculos de amistad y de turismo compartido a las Azores con el reincidente presidente señor Bush, no es que vayan a montarle un pollo como los de los estudiantes de París del 68, pero puede sentirse incómodo entre tanta gente que discrepa de lo que él piensa. Es un centro regido por los jesuitas, y sus alumnos son chicos y chicas respetuosos que guardan las formas. Pero alguna pregunta punzante le pueden hacer. El espíritu crítico de la juventud es inevitable. En la Sorbona y en Georgetown.

Las preferencias ideológicas no serían problema si sus charlas versaran sobre física cuántica, pero el señor Aznar es un conferenciante de tema único y éste no es otro que la fórmula mágica para acabar con el terrorismo, que el señor Bush tiene patentada y que él comparte plenamente. Sobre todo ahora. Aquí pueden surgir las diferencias con sus alumnos.

Albert Montagut ha estado ahora en Georgetown y ha encontrado en la mayoría de los consultados un clima adverso a los métodos expeditivos del presidente. Si el PNN Aznar leyera el reportaje, quizá cambiaría de opinión sobre la continuidad de las clases. Si se ha de sentir rodeado por la discrepancia, lo pasará muy mal. Una solución sería declararse objetor de conciencia.

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