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Nadir

Payasos

Payasos de todo tipo y pelaje. En ese registro, las variedades ibéricas son dignas de una serie del National Geographic: payasos de gaviota desplumada, escapulario y corbata fosforito, payasos a los que les tocó la lotería un 11-M y no saben qué hacer con el décimo, payasos de la Izquierda Unida Verde Manzana Federal del Circo Price, payasos que compran votos con chanchullos, subsidios e inmigrantes, payasos periféricos que ya se cargaron una monarquía y dos repúblicas y a quienes sólo importa la caja registradora de su tienda de ultramarinos, payasos que falsifican la Historia según quién les ceba el pesebre, payasos de uniforme, fajín y menudillo de Yak bajo la alfombra, payasos episcopales y casposos incapaces de retener a la clientela, payasos analfabetos que dicen representarme aunque son incapaces de articular de modo inteligible sujeto, verbo y predicado, payasos cuñadísimos con moto de agua y camisa intrépida de General Mandioca, payasos de la demagogia galopante y omnipresente, payasos y payasas de género y de génera. Y de postre, para rematar el circo, todos esos Payasos sin Fronteras, Payasos del Mundo, Payasos Solidarios, Payasos en Acción, que de vez en cuando escriben cartas protestando porque, en legítimo uso de la acepción principal de la voz payaso en el Diccionario de la Real Academia Española –persona de poca seriedad, propensa a hacer reír con dichos o hechos–, llamo payasos a tantos a quienes, en realidad, debería llamar irresponsables hijos de la gran puta.

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