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Nadir

Maguitos

La diferencia entre novelería y provincianismo merece un estudio profundo. ¿Es novelera la persona a la que le regalan una planta reseca y prefiere llevarse una caja con seis, o es simplemente miserable? ¿Es energía novelera la que lleva a decenas de miles de seres a estar todo el día encerrados como anchoas en un tranvía para subir y bajar, del Intercambiador a La Laguna y vuelta, y ya está, o simple aburrimiento? ¿Somos noveleros o disimulamos mal nuestra mala educación?
Lo que sí dejó claro la inauguración del tranvía es que mejor no poner a prueba el grado de novelería que, tras la primera modernización de Canarias, aún subyace en el tinerfeño medio. Es bueno extraer conclusiones para el futuro, del tipo de que a partir de ahora gratis, lo que se dice gratis, no se debería dar a la masa chicharrerista ni un simple vaso de agua del grifo. Lo digo por los codazos que se propinaban los jubilados para hacerse con un trozo de algo que comer, o el simple absurdo de subir y bajar por un tranvía que no deja de ser un tranvía, con todo lo que ello conlleva.
Puede sonar borde esta columna, pero es una manera de evitar horrores futuros. Es sobre todo una forma de canalizar esa disculpa genérica que empleamos con el tema de la "novelería".
Lo que reconforta es comprobar que no hay manera de terminar con el espíritu provinciano de Tenerife, por mucho transporte del siglo XXI que nos quieran colar. En el tranvía nadie se levantaba para ceder su asiento a una madre que cargaba a un hijo pequeño. Nadie daba disculpas por los pisotones. Nadie pedía paso con un por favor, sino con un codazo en las costillas. En fin, lo de siempre pero en versión tranvía.
Luego está lo otro de siempre, el eterno revire del tinerfeño. Esas huestes de desocupados aburridos que calculaban el tiempo justo entre paradas como si aquello fuera la final de los 110 metros vallas, esas ñoras quejándose por los frenazos y arrancadas del tranvía, esos pibes sacando veinte bonos del expendedor de la parada simplemente porque sí, porque como es gratis, pues a sacar bonos.
Qué delicia. Nada cambia, mostros, mucho tranvía para demostrar que la cosa sigue igual. Somos una tierra paupérrima de gentes aún dominadas por el hambre, la penuria y la mediocridad. Antropología de vía, tranvía alborotado y muerto de la risa.

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