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Nadir

La Tradición

La tradición y lo clásico es una manera de perpetuar comportamientos que van de lo estúpido a lo chorra. En cierto pueblo se tiraba una cabra desde el campanario "porque siempre se hizo así" hasta que alguien llegó y les dijo que eso no estaba bien. En el pueblo se enfadaron mucho, pero ahora dejan a la cabra tranquila.
La ministra Narbona la lió con su razonable propuesta de ir acabando con las corridas de toros. La Brunete Mediática le saltó al cuello con ni una propuesta razonable, solo apelando a la tradición y tal. Pero la Brunete es así. Uno de sus últimos hallazgos es que la culpa del lío de Air Madrid la tiene el Ministerio de Fomento, qué risa tú, oh si.
Pero por ahí no iba este garabato escrito, sino por esa colección de costumbres que se repiten año tras año aunque maldita sea su gracia. Ahí está el hacer que se regala a los niños solo carbón dulce. Después de la obvia llantera, se le dice al niño que no, que los regalos están en el cuarto de baño y que todo, ja, ja, es una broma. ¿Y qué me dicen de esa broma decididamente mentecata de empaquetar un regalo pequeño tipo joya en catorce cajas, una dentro de la otra? ¿Qué gracia tiene esto? Pues para los barandas que la ejecutan parece que mucha.
Ahora la colección de idioteces navideñas apunta a hacer el cafre con unos petardos que ríete tú de Hiroshima. Primero, ¿qué hacen estos artilugios a la venta? Segundo, vale que los tiren niños que aún andan con la mente en formación y cogiendo fundamento para ir al Heliodoro a general de pie con taxistas y repartidores de butano a la ilustre carrera de vociferar y mentar a la madre de godos y colegiados, los que no tienen perdón son esos adultos que le dan al petardo tipo barreno en espacios tan interesantes como el hueco de una escalera o el tubo de escape de un coche, o un container de basura bien repletito.
En la ristra de costumbres estúpidas navideñas merecen un hueco aparte esas odas a la responsabilidad ecoambiental que son los balcones iluminados. Por lo menos el Papá Noel colgante no gasta electricidad, a no ser que sea un artilugio, obviamente fabricado en China, que reproduce el movimiento del gordo-bosta por una escalera mediante lucecitas. Hay bloques de veinte viviendas donde se ven ocho balcones centelleando toda la noche, a cual más hortera. Primero nos dicen eso de que hay que ahorrar, poner bombillas de bajo consumo, colocar regletas con botones de apagado donde conectar los aparatos eléctricos y lo que ustedes quieran. Luego llegará el bobo de turno con su alumbrado navideño a malgastar lo que uno tanto intenta ahorrar.
La penúltima incorporación de costumbres mendrugas está en los dichosos SMS. Vale que algunos se las den de originales reenviándote como propio un mensaje que les mandó un amigo, pero lo insufrible es ese sujeto que envía una cursilada vía mensaje y luego se olvida de firmar. El machango consigue que estés media Navidad preguntándote quién es ese fulano que te mandó un SMS de felicitación desde Irlanda. Mira que nos esmeramos en que las asquerosas Navidades sean además insoportables.

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