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Nadir

La ancha patria

Hay que alegrarse siempre por el éxito de los paisanos para desmentir la fama de envidiosos que tenemos los españoles y por puro sentido patriótico. De modo que el hecho de que Rupert Murdoch, el gran magnate de la comunicación, haya fichado a José María Aznar López para el consejo de administración de su imperio mediático supone una buena noticia. No sé si Aznar López la recibió el lunes, después de haber comido con Bush, en plan amigos -una guerra une mucho- o sus negocios no tienen nada que ver con esos almuerzos. Seguramente, no. El consejero de administración de un grupo tan poderoso no tiene que ser necesariamente un experto en comunicación, pero tampoco cabe pensar que el ex presidente español sea un lego en esta materia. Algunas empresas de comunicación que han nacido o han crecido en España bajo su amparo han logrado notable éxito y algunos de los colaboradores más próximos de Aznar han resuelto su vida en este ámbito con bastante fortuna. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que lo que busque él en este nuevo encargo sea enriquecerse, aunque mal estaría que no nos preocupáramos por su tranquilidad económica y nos pusiéramos puritanos con las incompatibilidades, pero es indispensable que lo retribuyan en la medida en que sus conocimientos lo requieren y que no le falte un plus de idiomas. Sus conocimientos abarcan además toda una visión contemporánea del mundo, como ha demostrado ya en Georgetown, con lo cual Murdoch no sólo ha contratado a un hombre con experiencia en la comunicación, tanto por el empeño que pone en aquello para lo que trabaja como para crearle dificultad a la competencia, sino que ha contratado a todo un intelectual. Tiene además Murdoch, dueño del imperio ultraconservador que más apoyó la invasión de Irak, la satisfacción de contar con un hombre de ideas afines, lo cual no quiere decir que la guerra de Irak esté dando sustanciosos puestos de trabajo; sería miserable pensarlo. Yo, desde luego, no volveré a preguntarme por qué fuimos a la guerra.

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