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Nadir

Leche con Pelikán

Tinta en la leche materna: he ahí un hallazgo subreal de Nestlé. En el colegio, nos daban por la tarde un vaso de leche que mi compañero de pupitre enriquecía con una gota de Pelikán. Impresionaba ver el choque del líquido negro contra la masa blanca. Tras el impacto, la gota de tinta mantenía su individualidad unas décimas de segundo. Luego se destrenzaba en un conjunto de hilos que formaban una tela de araña sobre la superficie inmaculada. En seguida, la tinta se hundía, diluyéndose en aquel océano de proteínas, calcio, fósforo... Una gota de tinta en un vaso de leche. Mi compañero de pupitre se bebía aquella mezcla con la satisfacción del trabajo bien hecho. Era un artista. Comía tizas también, mientras el profesor nos explicaba el Teorema de Pitágoras. Las mordisqueaba como un ratón, para que le duraran más. Era un tipo reflexivo, raro, un poco suicida. En cuarto de bachillerato desapareció del colegio, del barrio, de nuestras vidas. Luego se borró de nuestra memoria. Lo he recordado ahora, al leer la noticia de Nestlé. Según las autoridades sanitarias, los envases contaminados no eran peligrosos. Los han retirado por un principio de precaución. Me alegro, con efectos retroactivos, por mi compañero de pupitre.
Sobrecogido aún por la imagen de la tinta negra en la leche blanca, leo que la OCU ha descubierto restos de un antibiótico (cloranfenicol) en siete marcas de jalea real. He ahí otro hallazgo subreal. Uno creía ingenuamente que había cosas imposibles de contaminar, una de ellas, la jalea. Uno estaba convencido de que la jalea real, fuera de la marca que fuese, era jalea real siempre. Uno tomaba en el desayuno una porción de jalea real convencido de que rejuvenecía las células y elevaba el tono vital. Uno se estaba metiendo un chute diario de antibióticos. Por si fuera poco, acaban de anunciar por la radio un vino biológico, obtenido de unas uvas sin estrés, sin antibióticos, sin tinta. ¿Y a qué sabrá un vino con tantas carencias? Probablemente, a nada. Me da pereza investigar, pero no me extrañaría que el inventor de la leche con Pelikán y la jalea con cloranfenicol fuera mi antiguo compañero de colegio. Todo vuelve.

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