Ventajismo epíscopal
Miles de estudiantes gritaron en la calle a Zapatero: "No nos engañarás, esta ley es igualita a la de Aznar". Pero si así fuera Esperanza Aguirre no estaría preparando a estas horas la mantilla para manifestarse hoy con los obispos contra la reforma educativa. Bien es verdad que los estudiantes son, para algunos, más de fiar que el PP. Aunque también los obispos le quitan la razón a estos jóvenes: si la nueva ley fuera igualita a la de Aznar, la manifestación que hoy alentará la Iglesia en la calle no tendría sentido; los obispos no se han manifestado nunca contra un gobierno de derechas. El ordinario de Valencia, García Gasco, que ha convocado con ardor a sus fieles a manifestarse, no lo hubiera hecho. Si lo ha hecho ahora es porque monseñor García, entre otras cosas, es de derechas, lo cual es tan indisimulable como subraya él que legítima es la manifestación. Yo diría que lo suyo más que indisimulable es obvio, pero él sabrá por qué destaca tanto otra obviedad: la legitimidad de la manifestación. Tienen los prelados igual derecho a protestar en la calle que los sindicalistas, los intelectuales o las putas. Pero gozan de algunos privilegios que no tienen los demás. Por ejemplo: medios de comunicación que además de ser espléndidos negocios no sólo no se ocupan especialmente del evangelio sino que se destinan a traicionar su espíritu. Y, luego, cuentan lo mismo con los púlpitos que con las plazas públicas. Yo no sé si Rouco pidió permiso a la autoridad para decir misa en la plaza mayor de Madrid, como lo hacen los demás para manifestarse, pero la misa del día de la Almudena se convirtió en el pregón de la mani de hoy, es decir, en un mitin. Y, para eso, cardenal o monaguillo, hay que pasar por la delegación del gobierno y hacerse con un permiso. O con dos: porque él monta toda una feria litúrgica para acabar en un discurso mundano que no es ajeno a sus intereses económicos.
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