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Nadir

El fantabuloso CheChé

Es ya una de las figuras históricas del sur político: inimitable, admirable o abominable, según quien le describa. Desde la izquierda cuasitestimonial hasta su instalación en un gobierno municipal sostenido por fuerzas (digamos) escasamente progresistas, profundamente intrincadas con los poderes empresariales de la construcción, el turismo y el comercio, Juan José Alayón, Cheché como es conocido universalmente, sigue definiéndose, estrambótico y feroz, como comunista.

Si el Ayuntamiento de Arona fuera un circo, Juan José Alayón (Cheché para amigos, enemigos y hasta indiferentes) sería su clown. Si el Ayuntamiento de Arona fuera un incendio cotidiano Juan José Alayón sería una caja de cerillas. Si el Ayuntamiento de Arona -por último- fuera un espectáculo de cabaret Juan José Alayón sería su principal y más parrandero cliente. Pero como el Ayuntamiento de Arona solo es una de las corporaciones locales tinerfeñas que peor funcionan, un consistorio caracterizado por la inestabilidad política y las sarracenas querellas partidistas, un cúmulo de fulanismos desatados, una permanente nube tóxica de sospechas de corrupción, Juan José Alayón, Cheché, es, simplemente, el concejal de Aguas, Parques y Jardines desde 2003. Aunque antes ha sido muchas otras cosas en un Ayuntamiento que conoce tanto como el sofá de su casa o La Internacional.

Juan José Alayón nació en los años cincuenta en el seno de una familia dedicada a los negocios. Su padre poseía y regentaba -trabajando siete días a la semana- una tienda de ropa en el entonces pequeño y humilde casco de Arona. Los Alayón disfrutaban de una situación económica desahogada, pero no se les podía calificar de ricos. Eran una familia singularmente unida que compartían principios de honradez, rigor y laboriosidad. El padre de Alayón, un hombre muy respetado por vecinos y clientes, había sido comunista de joven, y en la intimidad de la familia y de los amigos más allegados seguía definiéndose como tal. El pequeño Juan José comenzó a provocar dolores de cabeza muy pronto. Desde niño era revoltoso, indisciplinado y faltón. Todavía muchos recuerdan al padre arrastrando a Cheché por la calle, y pegándole de vez en cuando algún cogotazo por el camino, para castigarlo por una travesura.El ingobernable Cheché no pudo terminar estudios universitarios, pero sí se interesó vivamente por la política, e ingresó en el PCE, organización donde jamás tuvo un papel particularmente relevante, aunque trabó grandes amistades, como la que aún mantiene con Wladimiro Rodríguez Brito. En el sur de Tenerife el PCE jamás tuvo una fuerza local apreciable, excepto, muy matizadamente, en Arona, donde Alayón se presentó al Ayuntamiento en 1987, y sorprendentemente, consiguió el acta de concejal. "No descansaré", proclamó entonces, "hasta que todos los niños de Arona lleven zapatos". Casi veinte años después, en efecto, es muy difícil encontrar a un niño en Arona sin zapatos, pero resulta difícil atribuir semejante logro social al inextinguible compromiso progresista de Juan José Alayón.

La mayoría del PCE (cuadros y militantes) siguió a José Carlos Mauricio, Fernando González, Antonio González Viéitez y Wladimiro Rodríguez a Iniciativa Canaria, y así lo hizo, igualmente, Alayón y su grupúsculo aronero. Ican terminaría integrándose en Coalición Canaria, teniendo a los de ATI como nuevos camaradas, pero en Arona ATI no existía. En Arona funcionaba una plataforma político-electoral, el MEI, que controlaba otro eximio superviviente, Sebastián Martín. La plataforma yugulaba la implantación de ATI en el municipio, y siguió haciéndolo hasta que se llegó a un acuerdo entre ambas fuerzas políticas. Sebastián Martín es uno de los alcaldes en la sombra que ha manejado el Ayuntamiento de Arona con mano firme y sigilosa en los últimos quince años. Fue Sebastián Martín, en la actualidad concejal de Hacienda, el que puso a Miguel Delgado como alcalde y el que, con la venia de Paulino Rivero, lo defenestró como candidato. El otro alcalde de facto es, obviamente, Manuel Barrios, antiguo cabeza de lista del PSC-PSOE, alcalde electo durante tres mandatos, que abandonó el partido y se montó su propio chiringuito, el Centro de Arona, nombre inmejorable para un sujeto que ha sido el centro de la movida político-empresarial del municipio durante lustros. Cheché llegó al gobierno municipal en 1993, gracias a un pacto entre la ATI anidada en el MEI, Iniciativa Canaria y el Partido Popular. Tal vez la ocasión histórica se le subió a la cabeza y eso explique algunos follones, como los altercados que tuvo con la policía local cuando le multaban por aparcamiento incorrecto. "¡Mi coche es un vehículo oficial", le gritó a los agentes, "y puedo aparcar donde me dé la gana!". En sus primeros años Cheché actuó como uno de los principales arietes de Sebastián Martín contra el por entonces socialista Barrios, al que habían mandado a la oposición. Se cruzaron acusaciones brutales y denuncias judiciales entre ambos mandos, bajo la perpleja mirada de Miguel Delgado, que no tuvieron mayor repercusión política. Entre las responsabilidades de Alayón estuvo la política turística del municipio, que ni crujió ni mugió por su gestión. Nunca se llevó particularmente bien con Delgado, de la misma manera que jamás vio con buenos ojos a José Alberto González Reverón, un empleado de banca, concejal de Servicios Sociales y Participación Ciudadana al que apoyaron Martín y Rivero para las elecciones de 2003. González Reverón era el concejal con mejor imagen: su heroica abstención en la votación de la prórroga del servicio municipal de aguas a Canaragua, en contra de la posición oficial de CC, le revistió de un manto de dignidad y coherencia. Celebradas las elecciones, Coalición y el PSC abrieron negociaciones, que por un momento amenazaron con eternizarse, por la testaruda insistencia socialista en asumir la Alcaldía. Cheché actuó encantado como agente doble: negociaba con los socialistas liderados por Paco Santamaría y les comentaba que estaba harto de Coalición, y acto seguido, corría a contarle los detalles a Sebastián Martín, que se retorcía de risa, porque Alayón no solo tiene un talento chismográfico excepcional, sino que es a veces, en su estilo espontáneo y zafio, bastante gracioso. Lo suficientemente zafio y espontáneo para lanzar gritos pidiendo una silla en su despacho, amenazar encolerizado a cualquiera o confesar contrito a los periodistas que uno de sus testículos está adquiriendo un tamaño preocupante. Finalmente Barrios ganó la partida al PSOE y se constituyó un gobierno municipal presidido por González Reverón, con los barristas controlando áreas como Urbanismo, Transportes, Medio Ambiente y Deportes, y el particularísimo Partido Popular que Félix Sierra lleva en el bolsillo como invitado capitidisminuido al festín.

La estrella política de Cheché en Arona parece algo declinante, pero más vale no hacer apuestas. Sigue siendo un fosforito, y tanto Martín como Barrios lo encienden a veces y lo arrojan a alguien molesto, sin excluir a González Reverón. No ha cambiado apreciablemente con los años. Se sigue definiendo como comunista por una suerte de sentimentalismo ideológico, visita Cuba con frecuencia, y todos los años, sin falta, envía quesos tinerfeños a Fidel Castro y a su hermano Raúl, con los que ha compartido mesa, mantel y madrugadas. Las autoridades cubanas lo tratan con generosidad y gentileza y lo consideran un compañero. En Arona no ha cambiado de costumbres públicas ni metodologías políticas. Gestiona los Almacenes Joseíto, es amigo fraternal de algunos empresarios de nacionalidad extranjera -el internacionalismo proletario debe haber evolucionado mucho- y se desvive por encontrarles algo a los vecinos que le visitan para pedirles trabajo. Si quieren saber algo de la dinámica erótico-festiva de la política local pueden dirigirse a él: no se le escapa nada.

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