Ya lo sabíamos
En esa reveladora descripción de la personalidad de Aznar que el propio Rajoy esbozaba ante Zapatero, «ya sabes como es», se encuentra la explicación del pasado engaño gubernamental y la presente confusión partidaria del Partido Popular.
Si anteriormente hasta un Rato tuvo que callar su crítica a la guerra ilegal de Irak, ahora incluso un Rajoy se ve obligado a sumarse a una mala copia de un Código Da Vinci político porque, ya se sabe, Aznar es como es.
Pero como la amplia mayoría de los españoles ya lo sabíamos, contamos en La Moncloa con esa personificación del sentido común que es Zapatero. Ayer se vio claro. No hubo mentira de Estado, como tituló Le Monde, tampoco mentira de partido, que no tuvo participación en aquella gestión, sino engaño masivo de Aznar. No lo pudo decir más claro, más alto, ni más rotundamente, porque se encontró con todas las huellas borradas nada más entrar en la Presidencia del Gobierno.
Con la verdad en la mano, «antes se coge a un mentiroso que a un cojo», Zapatero lo tuvo fácil. Armado de datos concretos, informes policiales y una excelente memoria, fue un fiscal dialécticamente implacable contra los que faltaron, tanto política como éticamente, al octavo mandamiento. Preciso, incisivo, contundente, supo combinar su talante democrático con la testarudez de los hechos. No dejó resquicio alguno.
Desmontó, pieza a pieza, ese tebeo de la conspiración judeomasónica comprado gustosamente en el mercado de las mentiras por quien como Acebes faltó a la verdad mucho más, ahí es nada, que el mismo Aznar. Nunca, en su larga vida parlamentaria, Zapatero tuvo una intervención tan brillante como la de ayer. No le ocurrió lo mismo a Zaplana.
Si bien es verdad que la postura que tenía que defender era indefendible, no lo es menos que no se pudo defender peor de lo que la defendió, es un decir, Zaplana. No sólo no aportó el más mínimo indicio sobre el Fu Man Chu de las montañas y desiertos cercanos, aludido por Aznar, sino ni siquiera pudo aportar prueba alguna sobre la participación socialista en las concentraciones habidas el día de reflexión.
Zaplana recibió ayer en pleno rostro el bumerán que lanzó Aznar.Si vuelven a lanzarlo, volverá entonces contra todo el Partido Popular. Con ese discurso de extrema derecha nunca se han ganado las urnas, ni se ganarán. No es casual que destacados intelectuales, depositarios históricos del label de la derecha, alerten contra las graves consecuencias del circo conspirativo montado en Génova con Acebes como taquillero.
Después de lo que se vio ayer, apenas podrá mantenerse abierto. De no cerrar cuando cierren las carpas montadas en Navidad, apenas podrán mantenerse aquellos payasos dispuestos a seguir recibiendo las bofetadas. No debe agonizar todo un partido, el Partido Popular, por un hombre, Aznar, que agoniza políticamente porque no le importó, ni le importa, lo que piensen los españoles.
Si anteriormente hasta un Rato tuvo que callar su crítica a la guerra ilegal de Irak, ahora incluso un Rajoy se ve obligado a sumarse a una mala copia de un Código Da Vinci político porque, ya se sabe, Aznar es como es.
Pero como la amplia mayoría de los españoles ya lo sabíamos, contamos en La Moncloa con esa personificación del sentido común que es Zapatero. Ayer se vio claro. No hubo mentira de Estado, como tituló Le Monde, tampoco mentira de partido, que no tuvo participación en aquella gestión, sino engaño masivo de Aznar. No lo pudo decir más claro, más alto, ni más rotundamente, porque se encontró con todas las huellas borradas nada más entrar en la Presidencia del Gobierno.
Con la verdad en la mano, «antes se coge a un mentiroso que a un cojo», Zapatero lo tuvo fácil. Armado de datos concretos, informes policiales y una excelente memoria, fue un fiscal dialécticamente implacable contra los que faltaron, tanto política como éticamente, al octavo mandamiento. Preciso, incisivo, contundente, supo combinar su talante democrático con la testarudez de los hechos. No dejó resquicio alguno.
Desmontó, pieza a pieza, ese tebeo de la conspiración judeomasónica comprado gustosamente en el mercado de las mentiras por quien como Acebes faltó a la verdad mucho más, ahí es nada, que el mismo Aznar. Nunca, en su larga vida parlamentaria, Zapatero tuvo una intervención tan brillante como la de ayer. No le ocurrió lo mismo a Zaplana.
Si bien es verdad que la postura que tenía que defender era indefendible, no lo es menos que no se pudo defender peor de lo que la defendió, es un decir, Zaplana. No sólo no aportó el más mínimo indicio sobre el Fu Man Chu de las montañas y desiertos cercanos, aludido por Aznar, sino ni siquiera pudo aportar prueba alguna sobre la participación socialista en las concentraciones habidas el día de reflexión.
Zaplana recibió ayer en pleno rostro el bumerán que lanzó Aznar.Si vuelven a lanzarlo, volverá entonces contra todo el Partido Popular. Con ese discurso de extrema derecha nunca se han ganado las urnas, ni se ganarán. No es casual que destacados intelectuales, depositarios históricos del label de la derecha, alerten contra las graves consecuencias del circo conspirativo montado en Génova con Acebes como taquillero.
Después de lo que se vio ayer, apenas podrá mantenerse abierto. De no cerrar cuando cierren las carpas montadas en Navidad, apenas podrán mantenerse aquellos payasos dispuestos a seguir recibiendo las bofetadas. No debe agonizar todo un partido, el Partido Popular, por un hombre, Aznar, que agoniza políticamente porque no le importó, ni le importa, lo que piensen los españoles.
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