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Nadir

El desmayo del oso pardo

Fraga Iribarne se desmaya mientras discursea en el Parlamento gallego, varios diputados le auxilian para que no se desplome y se le traslada en silla de ruedas hasta los servicios médicos de la Cámara. El diagnóstico político del PP es que Fraga está hecho un toro, tal y como han podido comprobar los televidentes. Si uno muestra reservas, le acusan de gerontocida o le ponen como ejemplo a Adenauer, pero éste no se babeaba en el Reichstag. El incidente del octogenario presidente de la Xunta es, simplemente, un episodio más de la fascinante técnica política multiplicada por el PP hasta el infinito: negar una y otra vez cualquier evidencia, incluso su muy evidente derrota en las elecciones generales del pasado marzo. El XV Congreso del PP ha escenificado el esplendor del palimpsesto como estilo retórico, ya que no literario. Y la intervención de Aznar una exhibición tan espeluznante de sectarismo, chulería e irresponsabilidad que le ha costado a uno un par de días recuperarse.
He aquí una derecha cansada de simular ser un centro reformista, porque achaca al centrismo que nunca ejerció parte de la evaporación del poder,y cuyo nuevo secretario general, Ángel Acebes, se muestra tan moderado que acusa al PSOE de llevar al país a la víspera de una guerra civil. Después de un cuarto de siglo de democracia parlamentaria jamás había uno escuchado tales enormidades proferidas miserablemente como quien jura venganza en cuanto vuelva a disponer de ministerios, mayoría parlamentaria y presupuestos públicos. Algunos comentaristas se compadecen de Rajoy, pero cae la razonable sospecha de que Rajoy no piensa de manera sustancialmente distinta al intelectual orgánico del PP, segregado por Aznar, Acebes, Javier Arenas y Eduardo Zaplana entre otros pensadores moderados de Dios te libre. Aparte de asumir resignadamente los imponderables de la herencia aznariana, Rajoy se reserva el derecho de proyectar a la ciudadanía una imagen tranquila, razonable, pactista y mínimamente civilizada, mientras que Acebes comanda la jauría antisocialista, antimasona y antiseparatista. Un binomio funcionalmente similar al que integraron con éxito Felipe González y Alfonso Guerra desde finales de los años setenta.

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