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Nadir

Mentiras, nervios y medallas de oro

Todavía no ha devuelto Aznar los documentos que le sustrajo al Estado y se descubre ahora que compraba prestigio personal a precio de oro y pagábamos nosotros la factura. Lo primero lo contó él mismo, y lo segundo, lo ha contado la SER con documentos, sin que él lo haya desmentido. Lo que hizo en México fue quejarse de que la verdad lo deshonre. Y la verdad es que la verdad lo deshonra. Eso es lo que ha tratado de paliar ayer Zaplana, pero Zaplana no ha remediado nunca nada con la verdad sino desviando el tiro. Y ahora ha hecho lo mismo: lo malo no radica en el empleo del dinero público en peanas personales, sino en una campaña de linchamiento y revancha del gobierno que entra contra el gobierno que sale. En el supuesto de que eso fuera cierto es una desvergüenza que Zaplana se atreva a decir que tales linchamientos son insólitos en democracia y que nunca antes se ha dado aquí una situación así. Sin documentos como los que ahora se exhiben, el gobierno de Aznar hizo uso de todo tipo de trapacerías contra el de Felipe González, en algunas ocasiones con demostrados infundios. No hay más que irse a las hemerotecas. De modo que aunque no se dude de que Zaplana miente podría pensarse que ha perdido la memoria. Y, aunque para que la mentira fecunde es necesario contar con la amnesia de los demás, para mentir con éxito es necesario contar con la memoria propia. En la espléndida novela de Javier Marías Tu rostro mañana se lee: "Y es cierto que la mentira exige capacidad de fabulación y de improvisación, e inventiva, y memoria férrea, y arquitecturas complejas, la practican todos pero son pocos los facultados". Pero el problema de Zaplana no es que carezca de memoria, sino que está convencido de que los demás somos unos lelos que padecemos amnesia. Y encima si lo llaman mentiroso, aunque poco facultado, es capaz de ofenderse.

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