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Nadir

¿Quien manda aqui?

Cuando el director de una empresa tiene que recordar que allí el que manda es él algo pasa en la empresa. Y otro tanto sucede en la familia cuando el jefe de la tribu se ve obligado a recordar el respeto que se le debe. Mariano Rajoy se ha visto esta semana en la necesidad de hacer lo mismo en la familia del Partido Popular. Se ha puesto en su sitio, sorteando obstáculos como Acebes o Zaplana, que sienten debilidad por el abuelo y el abuelo por ellos, y ha venido a decir que su familia irá por donde él mande y no por donde el abuelo Aznar quiera con su herencia. El abuelo se les había puesto un poco díscolo y, bajo los efectos del calor, que tanto daño hace a los jubilados, había empezado a arremeter contra todo: contra la Constitución Europea, contra cualquier reforma de la española, que cuanto más antigua mejor, y contra todo lo que no sea seguir haciéndole caso a él, que ha contribuido a arreglar el mundo del modo en que se ve. Los abuelos son así: conservadores, refunfuñones, siempre mirando al pasado y con poca ilusión por el futuro. El bisabuelo Fraga ha tenido que recordarle al abuelo Aznar que cuando él lo puso al frente de la empresa familiar se retiró a su finca de Galicia y lo dejó tranquilo. Es verdad que alguna vez se les ha escapado el bisabuelo a cazar o le han entrado delirios de pasado, pero confió en su vástago porque siempre entendió que con él la permanencia en el pasado estaba garantizada. Y Rajoy no es que no respete a sus mayores, ni que no le fascinen las brillantes ideas del abuelo, pero esta semana debió quedarse perplejo al ver que si le sigue, del modo inexcusable que él requiere, no tiene proyecto familiar que liderar como no sea el proyecto de ir a la contra, no hablarse con nadie, y sólo oír, para que lo duerman con los cuentos del abuelo, a los fabuladores Acebes y Zaplana.

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