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Nadir

Zaplana y el desvío de atención

Nada más presentar ayer el PP una solicitud para que se cree una Comisión de Investigación sobre lo que pasó entre el 11 de marzo y el 14, Eduardo Zaplana mostró su inquietud ante la posibilidad de que la atención sea desviada no se sabe hacia dónde. Él, hombre riguroso, sabe de eso: es reconocido como reputado experto en el desvío de la atención hacia donde le conviene hasta el desvarío. Tan pronto niega algo, dice combatirlo o cuenta que le preocupa empieza a actuar en sentido contrario. Nada más fue nombrado portavoz se apresuró a prometer, sin que nadie se lo pidiera, que no iba a mentir. Los que le conocen bien estaban seguros de que ese era el anuncio de que lo haría. Y así fue. Su preocupación de ayer por que la atención pueda ser desviada por otros de lo que nos interesa conocer a todos parece el preludio de un intento propio de desvío de atención. Pero si los resultados de esta Comisión son como los que hemos conocido otras veces sabremos menos que lo que ya sabemos. Porque lo que sí se sabe es que cuando la Policía tenía cercados a los autores de la matanza el entonces ministro del Interior todavía seguía diciendo que la autora era ETA. Tampoco creo que haga falta más investigación para saber por qué le convenía al Gobierno sostener la tesis de ETA frente a cualquier otra. Pero si Zaplana no desvía la atención y nos convence con toda seriedad de que no estamos ante una dramática demostración del uso obsceno de la lucha antiterrorista con fines partidistas, no sólo respiraremos tranquilos, y les devolveremos el honor que por lo visto les hemos secuestrado, sino que empezaremos a creer que el Pacto Antiterrorista, tan sacralizado por el PP y por el PSOE, no le sirvió al Gobierno para incumplirlo. En ese caso, todos recuperaríamos el honor perdido

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