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Nadir

A hostias

Después de una semana de procesiones tortolinas, madrugás memas y flagelaciones insulsas, queda claro que en la futura guerra de las religiones los extremistas de Alá ganarán a los castos católicos por goleada. No hay color con una religión que alimenta la inmolación dinamitera como nueva forma de reforma decorativa. ¿Cuántas beatas de la peineta y el pañuelo estarían dispuestas a reventarse por el Cristo del escapulario virtuoso? Ni media. En realidad van a las procesiones para figurar y porque en Semana Santa, con todo cerrado, no se puede perder el tiempo en los centros comerciales, la ocupación de moda en el Occidente vacuo.
Uno tiene la extrema idea de que todo religioso oculta a un tonto o a un millonario. Los religiosos terroristas son el doble de tontos, pero sus suicidios exagerados y sus atentados inmisericordes y caguetas (puestos a matar, que vayan a por Bush y se dejen de trenes) demuestran la inexistencia de aquello que veneran. Si Alá fuera, ya hace tiempo que se habría manifestado para detener tamaña necedad. Pero como Alá, un ser que dicen magnánimo y benevolente, nada dice, entonces es que Alá no existe.
En fin, que Dios no existe y la humanidad entera debería esforzarse por hacer real esa idea, porque el camino de la religión solo depara penurias en esta vida que debería ser lo más feliz posible.
Una de las quimeras que se le ocurren a este agostado antisantero que soy es si sería posible repetir la historia del ser humano sin la existencia de las estúpidas religiones, de esa invención del ser humano que un día intentó dar a lo inexplicado una razón intangible y tonta. Todas las tropelías que se cometieron en nombre de aquel dios o el otro ídolo quedarían enterradas. Quizá el hombre, sin la pérdida de tiempo que supone el rezo y la adoración, se hubiera aplicado más en la creatividad y menos en la violencia creadora. Quizá tanta guerra de pueblos que atacaron a otros pueblos en nombre de una fe distinta jamás hubiera existido.
¿Los delfines creen en Dios? No les hace falta. Ellos están felices surcando los mares, son dichosos con sus polvos de cincos segundos. Dios tampoco nos hace falta, sus procesiones solo sirven para llenar telediarios.
Dios tampoco cree en Dios. Estoy hasta el cuerno de Dios, de Alá y de todas las religiones putas. De los chiíes y los suníes, de los católicos y de las terroríficas procesiones de Semana Santa. Nunca nos quitaremos ese dichoso lastre de encima, nunca.

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