Halloween, lo nuestro
Año dos mil y tantos: los vecinos de la muy noble, invicta y demás ciudad de Santa Cruz de Santiago, se asustan unos a otros con disfraces de muertos vivientes, brujas, fantasmas y demás prendas de horror, incluidas algunas de Ágatha Ruiz de la Prada, adquiridas en grandes (sobre todo) y pequeñas superficies comerciales, y con los horrendos maquillajes de la Srta. Pepis, que las maquilladoras, disfrazadas de Cruela de Vil, aplican con una inquietante sonrisa en calles y plazas.
El Sr. Alcalde, disfrazado de vampiro (no tuvo que comprarse absolutamente nada), asusta a los vecinos con una subida del IBI (léase Impuesto sobre los Bienes Inmuebles) y del PAN (léase tal cual), al mismo tiempo que, desde su limusina de dos pisos, sus concejales, disfrazados de zombis, trolls y fantasmones, lanzan a diestro y siniestro (más a diestro), caramelos de menta y eucalipto por lo del mal aliento de la multitud un poco pasada en líquidos etílicos.
En la Ciudad de los Adelantados (algunos), muchachos y muchachas de la LOCE (léase con cierto temor y desconfianza), disfrazados de Terminator, chantajean a sus profesores al grito de: ¡Susto de infarto o aprobado general!, y ellos se defienden como pueden con eso de los itinerarios, mientras guaguas disfrazadas de coches fúnebres invitan a los jóvenes y no tan jóvenes zombis a bajar a la Plaza de España (una grande, libre y espaciosa) donde rayos láser, con terroríficos destellos en forma de araña, espadas de la guerra de las galaxias, calaveras y demás artilugios de terror, anuncian el gran macroconcierto Aquelarre, con la intervención super especial del grupo fantasmal y virtual Los Cocas
Ya, muy entrada la madrugada, los barrenderos municipales se encuentran con el no menos terrorífico espectáculo de una plaza y aledaños cubiertos de envolturas de caramelos, chupa-chups, otras envolturas menos confesables, escobas (que alguno aprovecha, por eso del ahorro), botellas, cristales, latas, cartones, pis, caca y otros líquidos de dudosa procedencia, mientras van siendo dados de alta, después de las suturas, vomitonas e inyecciones correspondientes, los muchachos/as víctimas del jolgorio.
Como no podía ser menos, en los periódicos y otros medios de comunicación de la isla se comenta el gran éxito, la tranquilidad y el civismo de la Fiesta de Halloween, sin que falte algún comentarista oportuno (¿pagado?) que nos hable de la tradición de esta fiesta que, como todo el mundo sabe, viene celebrándose desde tiempos inmemoriales.
Y es que Halloween como F+D o como el Son Latinos es lo nuestro.
Claro que en estos eventos siempre hay algunos advenedizos que aún no entienden cómo la gente confunde multiculturalismo con uniformidad e, ilusos, continúan comiendo castañas asadas y torrijas para celebrar el día de Todos los Santos. ¡Una pena!
El Sr. Alcalde, disfrazado de vampiro (no tuvo que comprarse absolutamente nada), asusta a los vecinos con una subida del IBI (léase Impuesto sobre los Bienes Inmuebles) y del PAN (léase tal cual), al mismo tiempo que, desde su limusina de dos pisos, sus concejales, disfrazados de zombis, trolls y fantasmones, lanzan a diestro y siniestro (más a diestro), caramelos de menta y eucalipto por lo del mal aliento de la multitud un poco pasada en líquidos etílicos.
En la Ciudad de los Adelantados (algunos), muchachos y muchachas de la LOCE (léase con cierto temor y desconfianza), disfrazados de Terminator, chantajean a sus profesores al grito de: ¡Susto de infarto o aprobado general!, y ellos se defienden como pueden con eso de los itinerarios, mientras guaguas disfrazadas de coches fúnebres invitan a los jóvenes y no tan jóvenes zombis a bajar a la Plaza de España (una grande, libre y espaciosa) donde rayos láser, con terroríficos destellos en forma de araña, espadas de la guerra de las galaxias, calaveras y demás artilugios de terror, anuncian el gran macroconcierto Aquelarre, con la intervención super especial del grupo fantasmal y virtual Los Cocas
Ya, muy entrada la madrugada, los barrenderos municipales se encuentran con el no menos terrorífico espectáculo de una plaza y aledaños cubiertos de envolturas de caramelos, chupa-chups, otras envolturas menos confesables, escobas (que alguno aprovecha, por eso del ahorro), botellas, cristales, latas, cartones, pis, caca y otros líquidos de dudosa procedencia, mientras van siendo dados de alta, después de las suturas, vomitonas e inyecciones correspondientes, los muchachos/as víctimas del jolgorio.
Como no podía ser menos, en los periódicos y otros medios de comunicación de la isla se comenta el gran éxito, la tranquilidad y el civismo de la Fiesta de Halloween, sin que falte algún comentarista oportuno (¿pagado?) que nos hable de la tradición de esta fiesta que, como todo el mundo sabe, viene celebrándose desde tiempos inmemoriales.
Y es que Halloween como F+D o como el Son Latinos es lo nuestro.
Claro que en estos eventos siempre hay algunos advenedizos que aún no entienden cómo la gente confunde multiculturalismo con uniformidad e, ilusos, continúan comiendo castañas asadas y torrijas para celebrar el día de Todos los Santos. ¡Una pena!
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