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Nadir

Soy un "miserable"

Estaba oyendo la entrevista que Iñaki Gabilondo le hacía al nuevo ministro de Interior, José Antonio Alonso y, confieso que sospeché que, su respuesta de que "hubo imprevisión política, no de los cuerpos y fuerzas de seguridad", en referencia a los atentados del 11-M, iba a tener alguna respuesta de los anteriores gobernantes. Pero, nunca imaginé que fueran tan desorbitada, violenta, patética, insultante e inadmisible por parte del anterior ministro, Ángel Acebes, porque esa afirmación se había repetido, por decenas de articulistas, comentaristas, tertulianos, especialistas y era la creencia generalizada de una gran parte de la ciudadanía.

"Responsabilizar al Gobierno de la nación del atentado del 11 de marzo es una vileza que demuestra que tenemos un ministro del Interior que es un miserable". A estos insultos, Acebes añadió algunos más: "indecente", "incompetente", "inmoral" y "mediocre". Este último, el menos ofensivo, me hizo recordar un episodio vergonzante que se vio obligado a protagonizar el propio Acebes. Siendo portavoz del PP en la Comisión que iba a investigar las responsabilidades políticas del caso GAL, entre 1985 y 1987, alcanzó algún protagonismo mediático exigiendo la comparecencia del general Sáez de Santamaría. Cuando este aceptó comparecer y advirtió que iba a hablar "de todo", misteriosamente, se dice que, por una llamada de Martín Villa, se aplazó la sesión, indefinidamente y, poco tiempo después, se disolvió la comisión senatorial.

En cualquier caso, antes de dar rienda suelta a la lengua, si no padece amnesia, podría haber rememorado las palabras de Aznar, después de la manifestación por el asesinato de Francisco Tomás y Valiente: "La manifestación contra ETA se debió a que la lucha antiterrorista va muy mal".

En España, al igual que se han instalado, sin demasiados obstáculos, todas las mafias internacionales, también lo hicieron los radicales islamitas, asentados en las principales ciudades españolas, especialmente, en Madrid, como cédulas durmientes, hasta recibir órdenes de actuar, llegando a poder acceder, fácilmente, a importantes cantidades de explosivos, escandalosamente, incontrolados, en un país que padece el terrorismo etarra desde hace 36 años.

Desde junio de 2003, un informe elaborado por la Guardia Civil, advertía al Gobierno de que "debía considerar a España objetivo de los terroristas islámicos". A la espera de las investigaciones policiales y las decisiones judiciales, parece evidente que, pese a los indicios, advertencias e informes, internos y externos, en poder del Gobierno, que situaban a España como objetivo del terrorismo fundamentalista islámico, no se prestó suficiente atención y, mucho menos, se adoptaron las medidas preventivas adecuadas. Cuando se asume ser cómplice de una agresión bélica ilegal, basada en mentiras y manipulaciones, bombardeando y masacrando a miles de civiles inocentes, no puede "bajarse la guardia", ante la posibilidad de represalias del terrorismo que, en teoría, pretendían destruir.

Pero esta polémica quedó zanjada en la presentación del libro Ocho años de Gobierno, una visión de España, de José María Aznar, en cuyo epílogo, reformado, se puede leer: "Tal vez la opinión pública española no era lo suficientemente consciente, hasta el 11 de marzo, de la amenaza del terrorismo islamita. Si es así, el Gobierno tiene sin duda una responsabilidad que asumir. Quizás los propios éxitos en la lucha contra ETA nos han llevado a bajar la guardia ante la amenaza fundamentalista". Aznar ha sido más explícito de lo que lo fue Alonso. Todavía no ha dimitido Acebes.

Pero el término "miserable", no era la primera vez que era utilizado por el ex ministro de Interior. El día de los atentados de Madrid, cuando millones de españoles comenzaban a creer que estaban siendo engañados, una vez más, por el Gobierno de Aznar, en una monumental maniobra de manipulación informativa, responsabilizando a ETA de los atentados, cuando todas las pistas conducían al terrorismo islamita, el ministro Acebes convocó una rueda de prensa, en la que, con indisimulable tono iracundo, manifestó: "Es absolutamente intolerable cualquier tipo de intoxicación que vaya dirigida a desviar el objetivo y los responsables de esta tragedia. ETA ha conseguido su objetivo". Todavía insatisfecho, acusó de "miserables" a todos los que ponían en duda o no creían lo que venía contando el Gobierno, mientras se sucedían las informaciones de los servicios de inteligencia internacionales, de distintos gobiernos europeos y de muchos medios de comunicación nacionales e internacionales, que se podían seguir por Internet y que, en su totalidad, se inclinaban por la autoría del terrorismo islamita.

Como si estuvieran ajenos a la realidad, seguían aferrados a que los autores del atentado eran etarras. Se presionaba a los directores de los principales medios de comunicación españoles; a los corresponsales extranjeros; a los embajadores españoles e, incluso, se forzó una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, para tener que pedir disculpas, unos días después.

La percepción de millones de ciudadanos de que estaban siendo sometidos a un nuevo engaño, propició un vuelco electoral el 14-M, en medio de una deplorable capacidad de autocrítica de los dirigentes del PP. Con independencia, de alguna matización individual, solo un informe interno del Partido Popular de Pontevedra, mostraba una autocrítica contundente de lo ocurrido: "La tendenciosidad de los mensajes del Gobierno, en aras de una pretendida mayor rentabilidad política, tuvo un efecto boomerang".

Al igual que otros muchos españoles, incluido Eduardo Zaplana, también tuve la sensación de que "alguien jugaba con nosotros" y, en este caso, no se trataba de una simple "intuición", "sin nombres, ni rostros", sin "precisar". Los responsables tenían rostros y aparecían en los medios de comunicación para intoxicarnos, intentando desviar la atención de los ciudadanos hacia ETA, porque, convenía a sus intereses electorales, que no se estableciera una relación entre el atentado y la decisión de Aznar de meternos en la guerra de Bush.

Se hace imprescindible la constitución de una Comisión de Investigación. No se trata de averiguar por qué perdió las elecciones el PP, sino de conocer, si existió imprevisión, dejación o incompetencia y, sobre todo, si se manipuló y mintió a los ciudadanos. Quiero saber si soy un "miserable" o lo es el anterior Gobierno. Quiero saber si son unos ineptos o unos "perversos", "abyectos", "canallas", acepciones que recoge el Diccionario de la Lengua Española, dentro del término "miserable". No voy a ser tan ingenuo como para creer que la Comisión llegará a esclarecer la verdad. Pero sin Comisión, la situación política comienza a hacerse irrespirable

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