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Nadir

Cristina Tavío

La mayoría de los cargos públicos y más o menos orgánicos del PP de Tenerife esperan que, después de las elecciones de marzo, la cabeza de Tavío baje rodando elegantemente por la calle Castillo. Lo que haga posteriormente Tavío con su cabeza (si no se le abolla antes de llegar a la Farola del Mar) les deja indiferentes.

En realidad si los anhelos de guillotina están amansados es por el patriotismo de partido (o sentido común) que impone la proximidad de la convocatoria electoral. Pero antes del verano el PP tinerfeño deberá celebrar su congreso insular y allí la esperan un centenar de egregios militantes con una actitud patibularia. No la aguantan más. Y su insoportabilidad es tan alta que, si no accede a consensuar algunas posiciones en las listas al Congreso de los Diputados y el Senado, la situación interna de la organización conservadora puede llegar a ser implosiva y desembocar en la enésima crisis caníbal de los aznaristas tinerfeños.

El intenso, agobiante y a veces delirante trabajo organizativo y logístico emprendido en su día por su sacrificado antecesor, Guillermo Guigou, y dirigido básicamente a reforzar la implantación municipal del PP de Tenerife, ha sido abruptamente abandonado.
Tavío eligió como secretaria insular a Vicenta Díaz en la que vio como mérito fundamental su carácter políticamente inofensivo: no se fiaba absolutamente de nadie. En varios municipios tinerfeños (entre los que destacó el grotesco caso de La Laguna) ignoró con indisimulable desdén las preferencias y sugerencias de los comités locales. Su empeño en simultanear la candidatura a la Alcaldía de Santa Cruz con el segundo puesto de la lista al Parlamento potenció las críticas a un divismo pegado a la cartera. Y por último, la decisión de entrar a formar parte en los equipos de gobierno del Ayuntamiento de Santa Cruz y del Cabildo de Tenerife (corporaciones en las que CC dispone de mayoría absoluta) han recibido por muchos de sus muy hartos compañeros la acusación de entreguismo y vasallaje a los nacionalinsularistas. “Está bien pactar con CC en las instituciones en las que no cuentan con mayoría absoluta”, preguntaba un dirigente del PP a un veterano militante en las puertas del Parlamento, “porque así lo dice el pacto y porque es tan responsable como rentable, ¿pero que hacemos con Miguel Zerolo y Ricardo Melchior?”. El otro sonrió sarcásticamente: “Te diré lo que no hacemos: ni gobernamos ni ejercemos la oposición”. La cada vez más extensa y sólida oposición a la gestión política de Cristina Tavío en el PP de Tenerife no quiere oír hablar de Raquel Lucía Pérez y de Eva Navarro como candidatas al Congreso y al Senado. La primera es ya una oronda metáfora del arribismo más desvergonzado y a la segunda se le exige que se concentre en Puerto de la Cruz y no siga acaparando un escaño que solo utiliza, de tarde en tarde, para sentarse. Si Tavío sigue desoyendo el creciente malestar de su organización puede estallarle en plenas Navidades. Y no debería confiar en exceso en la protección demiúrgica de José Manuel Soria. Que le pregunte a la cabeza de Guigou

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